¿Una lata de sardinas?
Sacamos cuentas para ver qué cantidad de animales realmente entró en el arca de Noé.
Una noche, leímos en el culto familiar los capítulos 7 y 8 del libro Patriarcas y profetas. Allí, Elena de White escribe sobre la construcción del arca de Noé y lo que ocurrió en el diluvio.
Suelo hacer preguntas todo el tiempo y en ese momento estaba buscando un tema para trabajar en la materia “Proyecto” en mi colegio. Pero esta vez fue diferente.
¿Cómo hizo Noé para que tantos animales entraran en esa caja?, pensé. Se estima que existen entre 5 y 10 millones de especies de animales. Ciertamente no puede entrar esa cantidad de animales en un espacio de 135 metros de largo y 22,5 de ancho.
Pronto, con mi papá nos encontramos armando hipótesis y argumentos, buscando ideas y versículos sobre el tema.
Obviamente, concluimos que habían entrado, porque lo dice la Biblia y porque, si no, ¡no tendríamos animales terrestres y aéreos hoy!
La Biblia cuenta, en Génesis 6 al 9, la historia completa. Allí nos dice que de los animales puros entraron siete parejas (siete hembras y siete machos; es decir, catorce en total); y de los animales impuros, solo una pareja. ¡Así que, dentro del arca habría catorce jirafas! Era hora de investigar realmente.
Lucas Medina (un gran amigo) tenía que soportar mis “locas” ideas en esta materia. Sin embargo, terminamos poniéndonos de acuerdo para investigar este tema. Descubrimos de todo y nos cansamos de encontrar animales que ni sabíamos que existían.
Ahora bien, ¿cómo determinaríamos qué animales “entrarían” en el Arca? Esa era una pregunta bien complicada. Encontramos que en el ámbito intervencionista se utiliza el término “baramin” (de bara, creó y de min, tipo, especie o clase) de forma equivalente a la categoría familia de la clasificación taxonómica, la cual se aplica a las especies que Dios creó en la creación.
Esto nos dio una gran ayuda. ¡Esas eran las especies que entraron en el arca!
Esto ya nos reducía de unos 7,5 millones de animales (promedio de especies estimadas) a solo unas 359 familias (113 de mamíferos, 168 de aves, 55 de reptiles y 23 de anfibios) Llegamos a este número luego de haber eliminado de la lista a las familias que no entrarían en el arca, como los animales acuáticos o animales a los cuales no se les preparó un aposento, como los artrópodos (insectos).
En síntesis, determinamos que ingresaron a esa “caja” unas 740 parejas de animales (1.480 en total), de las cuales 462 parejas correspondían a animales puros.
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Al sumar el volumen que ocupaban las jaulas/aposentos que habíamos asignado a los animales, nos encontramos que en el arca nos sobraban 32.548,19 metros cúbicos. ¡Esto es un 79,37 %! Parece que fue muy grande el espacio no ocupado por animales, ¿no es cierto? Si pensamos bien, ese 79,37 % seguramente no estuvo desocupado: había que almacenar comida y agua, y también era requerido por las 8 personas que entraron en el arca.
¡Y siempre nos imaginamos que los animales estaban tan apretados como sardinas dentro de ese lugar! Esto demuestra como, por ignorancia humana, solemos pensar que las cosas que están en la Biblia son sinceramente imposibles. Cada vez que investigamos, más y más nos damos cuenta cómo la naturaleza y la Biblia están de acuerdo. Realmente la ciencia y la fe pueden trabajar juntas. ¿Por qué no lo harían, si tanto la naturaleza como la Biblia tienen el mismo Autor?
Cuando encuentres algo que no parece concordar, ten por seguro que solo hay tres opciones:
Hemos interpretado mal los datos extraídos de la naturaleza.
Hemos ignorado cosas al respecto con nuestra mente y ciencia finitas.
No tenemos que tener miedo de investigar.
Al estudiar la naturaleza, la creación, descubrimos cada vez más evidencias del diseño y del amor que Dios demuestra por nosotros.
¡Dios quiere que seamos científicos! Él quiere que lo adoremos y glorifiquemos por sus maravillas y por la obra de sus manos.
¿Cuál es el tema que vas a investigar hoy?
Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del primer trimestre de 2021.
Escrito por Brenda Geisse Beskow, estudiante de Biología en la Universidad Nacional de Córdoba. Asiste a la Iglesia Adventista del IAC, Córdoba, Argentina.
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