Misionero en la ventana 10/40
¿De qué se trata todo esto?
Desde pequeño escuché historias de misioneros. Sus experiencias parecían sacadas de un libro de aventuras, que siempre soñé con vivir. Y, al llegar a la Universidad Adventista del Plata (UAP), ese deseo se intensificó. Así, me alisté en la Escuela de Misión y comencé a crear mi perfil en la página del Servicio Voluntario Adventista (SVA).
Luego de terminar mis estudios en Teología y mi esposa los suyos, en Psicología, nos colocamos en las manos de Dios para que él nos llevara adonde pudiéramos servirlo con nuestros talentos y dones. Así que, en febrero de 2018 nos encontrábamos tomando un avión en el que comenzaríamos un viaje de más de 18.000 km… ¡directamente hasta Asia Central!
¿Qué es la Ventana 10/40?
En términos misioneros, se denomina así a la región comprendida entre los 10 y los 40 grados al norte del Ecuador. Abarca la región del Sahara y el norte de África, así como Asia Occidental, Asia Central, Asia Meridional, Asia Oriental y gran parte del sudeste de Asia. Está poblada por personas predominantemente musulmanas, hinduistas, budistas, animistas, judíos o ateos. Muchos Gobiernos de los países de esta zona están formal o informalmente opuestos a la obra cristiana de cualquier tipo dentro de sus fronteras.
Lucas y su esposa, Johana, con las vestimentas típicas del país donde sirvieron.
Nunca habíamos pensado que Dios nos conduciría a una tierra tan distante de la nuestra, y con una cultura y un idioma tan diferentes, pero el solo hecho de pensar en ellos hacía que nuestros corazones se acelerasen más por la emoción.
Salimos siendo verano en Argentina, con más de 30 grados de calor, y llegamos a estar tierras cercanas a Rusia en pleno invierno, donde la nieve cubría nuestros pies y en ciertos lugares nos llegaba hasta las rodillas. Pero no solamente el clima era totalmente diferente, también lo era el idioma. Nunca había escuchado a la gente hablar en ruso, y –debo confesarlo– los primeros días hacía que me doliera la cabeza al esforzarme por entender al menos “una” palabra; una. Pero, no. Ni eso.
Luego de que la emoción pasara, caímos en la realidad de que teníamos un gran mensaje de esperanza que compartir, pero no teníamos el idioma para hacerlo. Entonces, la frustración y el desánimo se posaron en nuestros corazones, al sumarse el hecho de no poder compartir “abiertamente” el evangelio porque estaba prohibido en ese país.
Luego de orar por varios días a Dios, preguntando por qué nos había llevado tan lejos sin poder compartir su Palabra, llegó el milagro. Un domingo, bien temprano en la mañana, llamaron a la puerta de casa (bueno, en realidad era la puerta de la iglesia, porque vivíamos debajo de ella). Cuando abrí, me encontré con un grupo de aproximadamente quince jóvenes, que por sus facciones no eran de ese país, sino de la India.
Me contaron que estudiaban Medicina en aquel lugar, y que una joven de la iglesia los invitó a escuchar sobre Jesús. Eso nos llenó de emoción. La mayoría de las personas en la India hablan inglés, y este era un idioma que también nosotros conocíamos. Así, comenzamos a compartir con ellos, al principio cada domingo y luego cada sábado, sobre Jesús.
Ser misioneros es el privilegio de compartir con otros la esperanza en Dios, pero el mayor de los privilegios es ver con nuestros propios ojos los milagros que él hace frente a nosotros.
Si tienes el deseo de servir…
…y ser un misionero en el futuro, habla con el capellán de tu colegio o con tu líder de Jóvenes.
Para más información, puedes ingresar a: https://www.adventistas.org/es/voluntarios/
Este artículo ha sido adaptado de la edición impresa de Conexión 2.0 del primer trimestre de 2022.
Escrito por Lucas Muñoz, jefe de capellanes de la Universidad Adventista del Plata y coordinador del Servicio Voluntario Adventista.
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¡Gracias Sylvia! ¡Muchas gracias!
Próximamente saldrá otro artículo de estas regiones.
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