¿Cómo puedo conocer a Dios?
Claves para iniciar una sesión con el Creador del universo.
La expresión “tienes que conocer a Dios de forma personal” es repetida constantemente en sermones, meditaciones, libros y revistas. Está bien que así sea. Después de todo, la propia Biblia insiste en que es el punto central de la experiencia cristiana: “Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti el único Dios verdadero y a Jesucristo a quien tú has enviado” (Juan 17:3). Pero ¿cómo poder hacerlo?
Este es un gran tema; y es algo que te vas a seguir preguntando toda tu vida porque la respuesta no solo es teórica, sino también práctica. A partir de lo que la Biblia enseña podemos esbozar una “fórmula” para conocerlo, pero no alcanza con eso.
Puedo tener veinte años como miembro de iglesia, haber memorizado la Biblia completa y todavía sentir que no conozco a Dios. Por otro lado, puedes encontrar personas que solo san capaces el Salmo 23 o Juan 3:16, que se bautizaron dos semanas atrás o están por hacerlo, y rebozan de una experiencia personal con Cristo. Los escuchas cinco minutos y te das cuenta de que conocen a Dios. Pero, tal vez, dentro de veinte años estén en la misma situación del primer ejemplo. ¿Por qué? ¿Por qué pareciera que conocer a Dios es algo tan elusivo si es en verdad el centro de toda la experiencia cristiana? ¿Será que Dios juega a las escondidas?
Jesús es una persona. Él es Dios, sí, pero es una persona y conocerlo es tener una relación con él. Ese es el punto y la razón de por qué constantemente en nuestra vida podremos tener momentos donde sintamos que antes conocíamos y ahora no. Como te darás cuenta, no hablamos de un conocimiento teórico, saber de memoria versículos que describan a Dios. Podríamos citar algunos y decir “yo conozco a Dios, él es omnipotente, omnisciente y omnipresente”, y estaríamos en lo correcto en la información acerca de él. Pero conocer a Dios es tener una relación de amistad con él.
Tomemos el siguiente ejemplo: cursaste toda la primaria y secundaria con tu mejor amigo, y después tuviste que mudarte a otro país. Pasan veinte años y un día se cruzan. ¿Podrías decir que lo conoces? En cierta manera sí, y probablemente ambos tengan muchos recuerdos, sin embargo, pasaron años y la relación ya no es lo que una vez fue. Dios es una persona y quiere ser nuestro amigo, conocerlo es tener una relación con él. Pero si paso mucho tiempo sin relacionarme con Dios (sin orar ni estudiar su Palabra), ese lazo se enfría y ya no sentimos que lo conocemos. Así, nuestra confianza en él cambia y nuestro amor por él se enfría o desaparece.
Es por eso que, para conocer a Dios, hay un único camino y que debe ser repetido una y otra vez, cada día de nuestra vida. ¿Cómo conociste a tus mejores amigos? Compartiendo juntos, ya sea en el aula, el trabajo o el barrio. Pasando tiempo con ellos. De igual manera, necesitamos pasar tiempo con Dios. Hay un pasaje en la Biblia que refleja perfectamente esto. El texto se refiere al llamado apostólico, pero se aplica igualmente a cada uno de nosotros: “Y estableció a doce, a quienes llamó apóstoles, para que estuviesen con él y para enviarlos a predicar” (Mar. 3:14). Jesús nos llama a estar con él, ese es el primer paso para poder conocerlo realmente.
Ahora pensemos, ¿cómo estamos con él?: “El que me ama, guardará mi palabra. Y mi Padre lo amará, y vendremos a él y habitaremos con él” (Juan 14:23). “Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando… Esto os mando: que os améis los unos a los otros” (Juan 15:14, 17). “En esto sabemos que conocemos a Dios, si guardamos sus mandamientos. El que dice ‘yo lo conozco’, y no guarda sus mandamientos, es mentiroso, y la verdad no está en él… Por esto sabemos que estamos en él. El que dice que está en él debe andar como él anduvo” (1 Juan 2:3-6).
Notemos que Jesús dice que lo conocemos cuando guardamos su Palabra, guardamos sus mandamientos y amamos a los demás. En otras palabras, vivimos como él vivió, siguiendo su ejemplo. Para que eso pase, necesitamos dedicar tiempo a Dios: él nos habla por la Biblia y nosotros le respondemos por la oración. Al principio es difícil, como cuando tenemos que pasar tiempo con alguien que no conocemos bien y hay un silencio incómodo. Tiene que pasar tiempo para que se rompa el hielo y exista confianza.
¿Tengo que leer alguna parte específica de la Biblia? Es necesario estudiarla toda, porque toda la Escritura es útil (2 Tim. 3:16), pero Elena de White nos recomienda lo siguiente: “Sería bueno que dedicásemos una hora de meditación cada día para repasar la vida de Cristo desde el pesebre hasta el Calvario. Debemos considerarla punto por punto, y dejar que la imaginación capte vívidamente cada escena, especialmente las finales de su vida terrenal” (Testimonios para la iglesia, Tomo 4, p. 367).
Hacer esto cada día y sostenerlo en el tiempo es la única manera de conocer a Dios. Solo lo podemos conocer en la medida en que mantengamos ese contacto, porque ahí ocurre un milagro: somos transformados a su imagen (2 Cor. 3:18); y entonces viene la segunda parte de Marcos 3:14, donde somos enviados a predicar, a dar a conocer a otros a ese Dios que nosotros estamos aprendiendo a conocer. “¡Oh, si conociéramos al Señor! Esforcémonos por conocerlo. Él nos responderá, tan cierto como viene el amanecer o llegan las lluvias a comienzos de la primavera” (Ose. 6:3, NTV).
Este artículo ha sido publicado en la edición impresa de Conexión 2.0 del cuarto trimestre de 2021.
Escrito por Santiago Fornés, Lic. en Teología y capellán en el Instituto Adventista de Morón, Buenos Aires, Argentina.
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