Cómo superar los desafíos
Las crisis son inevitables. Tú decides cómo enfrentarlas.
El tiempo es uno de los factores de la vida que no podemos modificar. Sin que nos demos cuenta, toma su rumbo y no se detiene por nada. Aun así, hay algo en lo que podemos influir de modo que el tiempo tenga otro sentido. Es que el tiempo es relativo; si bien una hora no deja de ser sesenta minutos, la visión que tenemos de ese conjunto de segundos es diferente para cualquier persona. Piénsalo en tu vida: una hora de la actividad que más placer te da y una hora de la actividad que más fastidio te genera: ¿Es lo mismo? ¿Pasa de la misma manera?
Existe una subjetividad en el tiempo, así como existe una subjetividad en muchísimos escenarios de la vida. Lo interesante para tener en cuenta es qué hacemos con esa capacidad que tenemos de modificar nuestra forma de verlo. Desde la psicología se ha tenido mucho en cuenta este paradigma de la vida; se demostró que una actividad, situación o hecho no es lo mismo para cualquier persona, y muchas veces no importa tanto el “que” sino el “cómo”.
Podríamos pensar que, por ejemplo, un viaje de vacaciones a un lugar paradisíaco puede ser un hecho positivo en sí mismo. La realidad es que, para una persona con una personalidad más obsesiva, puede ser un caos en su vida. Organizar la agenda, armar las valijas, sacar los pasajes, pagar un alto costo, soportar unas horas de vuelo, entre otras cosas, pueden ser situaciones que generen más malestar que bienestar. De la misma manera, una separación amorosa puede ser una de las peores situaciones vitales que podamos enfrentar, pero para otro contexto puede significar algo positivo para la persona.
Es en este mismo panorama donde entra en juego nuestra participación. La vida nos presenta, y nos va a presentar, diferentes desafíos que debemos enfrentar. Basta levantarse una mañana y realizar las actividades que normalmente hacemos, para darnos cuenta de que, analizándolas, vemos un sinfín de diversas acciones y emociones que entran en juego. El modo en que encaramos la situación determinará en gran manera la forma en que saldremos luego de enfrentarla. Y es ahí donde tenemos que poner el foco de atención para priorizar nuestra salud. La mala adaptación a las exigencias que podamos enfrentar en nuestra vida va a influir irreductiblemente en nuestra salud.
Cuando vivimos una situación con un alto grado de estrés, se disparan una serie de cambios fisiológicos que el cuerpo genera para volver a un estado de equilibrio. Si esto es persistente, puede llegar a ser muy dañino para nuestro organismo. Desde daños en las arterias que transportan sangre debido a la rapidez del flujo sanguíneo, hasta el desgaste de diferentes partes del organismo, causado por el nivel de cortisol elevado, como la función digestiva o la piel.
Ni hablar de la dimensión conductual y emocional; un elevado nivel de estrés genera cambios en el humor, propensión al aumento de peso derivado de un aumento de apetito y una mala regulación del sueño.
Por último, si se posee una enfermedad de base como la hipertensión, la diabetes, la depresión, o se está atravesando una rehabilitación de alguna lesión u operación, estas se van a ver afectadas.
Como vimos con algunos ejemplos, el estrés elevado y la mala adaptación a estas situaciones pueden generar que se desgaste nuestro bienestar. Pero ¿cómo hacemos para saber si estamos atravesando altos niveles de estrés? ¿Cómo sabremos si nos estamos adaptando de manera correcta a las exigencias que la vida nos presenta? Una de las formas que tenemos para darnos cuenta de todo esto es mediante un registro propio.
En el momento en que vemos que una situación se vuelve desafiante, ponemos atención sobre cómo nos sentimos frente a dicho momento, qué emociones despierta en nosotros, y los registramos. De esta manera, y una vez enfrentada la situación, vamos a volver a leer y evaluaremos si la reacción fue negativa o positiva. Si nos generó angustia, ansiedad, miedo, hostilidad, ira o tristeza y si la respuesta es exagerada para la situación, es porque nuestra adaptación no es la mejor. No está mal sentirse triste, enojado o ansioso por una situación; lo que es dañino es la persistencia de dichas emociones.
Muchas veces puede ser difícil superar los desafíos que la vida nos presenta. En la Biblia hay muchos personajes que atravesaron situaciones con un alto nivel de estrés y la vida se les volvió desafiante. Pero las promesas son eternas y nos llegan al día de hoy.
Dios te dice que no tengas miedo. Es una de las frases más repetidas en su Palabra. Te dice que no te desalientes porque él está sosteniéndote con su mano (Isa. 41:10). También te dice que no te preocupes por el día de mañana, ni de cómo vas a poder soportar la situación que se te presenta, sino que vivas el hoy y pongas todo tu empeño en entregarte a Cristo (Mat. 6:25-34; Jer. 29:13; Mat. 6:33).
Él está esperándote para poder brindarte la ayuda que estás buscando. No dejes que la ansiedad te supere. Busca ayuda profesional si la necesitas, coméntales a tus amigos y a tu familia cómo te sientes. Y, sobre todo, cuéntale a Dios, aquel que te formó y te diseñó, puesto que no hay nadie que te entienda mejor que él.
No te rindas, vuelve a levantarte.
Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del primer trimestre de 2020.
Escrito por Facundo Torreblanca, psicólogo y miembro de la Iglesia Adventista de Florida, Buenos Aires, Argentina.
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