“Ser misionera me formó y me ayudó a ser la persona que soy hoy”
Una renovada experiencia espiritual desde la antigua
tierra de las pirámides.
Tengo 26 años y soy arquitecta. Egresé en 2015 de la escuela de Arquitectura de la Universidad Peruana Unión y viví dos años en El Cairo, Egipto, ya que serví allí como misionera voluntaria.
Mi historia con la misión viene desde hace mucho tiempo. Mis padres son misioneros de la Iglesia Adventista, y durante toda mi vida estuve involucrada en un ambiente misionero. El deseo de servir fue implantado desde niña.
El camino fue largo. Mi primera asignación fue servir como voluntaria en Londres. Luego de una semana, inicié los trámites necesarios. Sin embargo, por algunos factores, no pude obtener la visa de trabajo que necesitaba. No puedo decir que no me sentí desanimada. Pero Dios tenía un plan mejor.
Ese mismo día, mientras regresaba a casa, me encontré con el coordinador de Servicio Voluntarios de mi universidad. Allí, me presentó la propuesta de servir como misionera voluntaria en la ventana 10/40. Ya no iría a una nación occidental, sino a un país musulmán. El desafío era trabajar en Egipto como profesora en un colegio.
El panorama era totalmente diferente. Llegué a casa, y comenté con mi familia sobre esta posibilidad. Pusimos todo en manos de Dios. En cuestión de días, todo estaba listo para que pudiera iniciar mi aventura misionera. Todo estaba dispuesto. Así, serví como profesora de Álgebra, Matemáticas, Inglés, Literatura, Música y Dibujo en el Nile Union Academy.
Formar parte de una familia de misioneros implica tener muchos desafíos y, a su vez, incontables bendiciones. Y encontré en el programa de Servicio Voluntario Adventista un medio por el cual retribuir con mi tiempo y mis dones parte de las bendiciones que recibí.
Egipto es uno de los países árabes más fascinantes del continente africano. Es una tierra de faraones, un país que nace a orillas del rÍo Nilo, lleno de historia y de riqueza, representadas por algunos de los monumentos más espectaculares de la humanidad. Los tiempos, las pirámides y los jeroglíficos despiertan admiración en todo el mundo.
No te lo voy a negar: existen muchas dificultades en el camino, como el idioma. Al ser un país musulmán, el idioma oficial es el árabe, pero con la práctica y el tiempo logras la manera de comunicarte con los demás.
Actualmente ya terminé mi tiempo de servicio, pero me llevo conmigo los años de experiencia, y cada cosa buena (y mala) que me formó y me ayudó a ser la persona que soy hoy. He visto la mano de Dios en muchas formas desde que su providencia me presentó a Egipto como lugar de servicio, cuando presenté mi aplicación, mientras viajaba, cuando trabajaba allí y cuando tomé la decisión de servir por un año más. Y en todo tiempo y en los proyectos grandes y pequeños, Dios ha guiado cada uno de mis pasos.
Te invito a que tú también pongas tus planes en las manos de Dios, a fin de que veas tus sueños realizados en tu vida y que los dones con los que Dios te bendijo puedan utilizarse en el campo misionero. Las opciones que tienes para servir y los lugares para ir son muchísimos, y estoy segura de que marcarán un antes y un después en tu vida personal y espiritual.
Dios te necesita. Sé un misionero, y tu vida nunca será la misma.
Si tienes el deseo de servir…
…y ser un misionero en el futuro, habla con el capellán de tu colegio
o con tu líder de Jóvenes.Para más información, puedes ingresar a:
https://www.adventistas.org/es/voluntarios/
Este artículo es una adaptación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del segundo trimestre de 2022.
Escrito por Daniela Viviana Concha Cornejo, arquitecta y misionera en la Ventana 10/40.
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