Split – Croacia
Desde la ciudad de Milán, Italia, volé hacia Dalmacia, más concretamente a Split, la segunda ciudad más grande de Croacia, que tiene unos 200.000 habitantes.
Split es el centro neurálgico en lo que a redes de transporte se refiere, tanto el marítimo como el terrestre. Muchos son los ferris que enlazan Split con la mayoría de sus islas, convirtiéndola en un punto estratégico.
El idioma en Split es el croata. A pesar de esta diferencia idiomática, sus habitantes resultaron ser muy cordiales y bien dispuestos para ayudar en todo momento.
Me hospedé en un hostel, a cinco cuadras del Palacio de Diocleciano, con fácil acceso a todos los puntos turísticos.
Mi primer acercamiento al Palacio de Diocleciano fue a través del agradable paseo que discurre entre dicho palacio y el puerto. La fachada sur del palacio está en este paseo, oculta en parte por toldos y sombrillas de los comercios que hay en su parte inferior. El emperador romano Diocleciano, que persiguió a los cristianos, fue quien mandó construir este palacio. Fue su residencia y fortaleza imperial, y ciudad fortificada. Para construirlo, no reparó en gastos, trajo esfinges de Egipto, mármol de Italia y la blanca piedra que trajo de la isla de Brac.
Lo más llamativo y particular del palacio es que, al formar parte de la ciudad, está habitado por tres mil personas, y en su interior se encuentran muchos puntos de interés: los sótanos, la catedral de San Domnius y el templo de Júpiter, entre otros lugares.
Después de recorrer sus callejuelas, pude sacarme fotos con ciudadanos croatas ataviados con vestimentas romanas que posan para los turistas. También degusté típicos rolls rellenos de verdura y pavo.
A pesar de las persecuciones y de la oposición al cristianismo, en el mismo lugar que fuera la residencia del emperador que persiguió a los cristianos, hoy se erige una iglesia cristiana donde acuden muchos croatas para adorar a Dios. Una vez más, las palabras del profeta resuenan actuales y potentes:
“Yo soy el Señor, y no hay ninguno otro; fuera de mi no hay Dios. Yo te ceñiré, aunque no me has conocido” (Isa. 45:5).
Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del primer trimestre de 2020.
Escrito por Analía Giannini, Docente de Ciencias naturales, nutricionista, escritora y viajera incansable.
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