El secreto #4

El secreto #4

El secreto #4

Parte de la serie "El secreto"

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Sebastián se quedó un rato largo mirando el sobre que acababa de encontrar junto a su cepillo de dientes. Sus sentimientos chocaban dentro de sí como autos sin control. Tenía demasiadas ganas de abrir el sobre, pero también demasiada tristeza: sería el último mensaje de su abuelo.

Apagó la luz del baño y, dudando, caminó hasta su cuarto. Se preguntó si no era mejor abrir el sobre con su papá, que podía abrazarlo fuerte cuando las lágrimas llenaran sus ojos. Porque iba a llorar. Y mucho.

Finalmente, juntando coraje, entró en su habitación y se dejó caer pesadamente sobre su cama. La luz de lectura había quedado encendida cuando descifró el mensaje del fósforo, así que, no necesitó prenderla. Volvió a mirar el sobre y reconoció la letra prolija de Samuel, su abuelo.

Con el coraje que había reunido, del cual todavía le quedaba un poco, comenzó lentamente a abrir el sobre, rasgando uno de los bordes laterales. El ruido que hizo el papel lo transportó a miles de recuerdos. La apertura duró solo un segundo, pero un segundo interminable en la memoria de Sebastián.

Recordó cuando apenas caminaba, y Samuel se sentó junto a él, cruzó sus piernas formando un hueco y lo colocó en el “nidito”, para poder charlar mejor, le dijo. Recordó también el día en que Samuel sacó un libro grande y pesado de su biblioteca, y lo abrió sobre la mesa del comedor. Señalando cada letra a medida que la pronunciaba, le leyó el título: “Maravillas y misterios del reino animal”. Todavía no sabía leer, pero su abuelo respondió una y otra vez la pregunta de “¿Qué animal es este, abuelo?”, que repetía ante cada imagen encontrada en las páginas plastificadas del libro.

Avanzando en el tiempo, se acordó de la primera búsqueda que su abuelo le preparó. Fue algo sencillo dentro de la cocina de la abuela, para entretenerlo un día que llovía torrencialmente y no se podía salir a jugar. También cruzó por su mente el recuerdo del primer acertijo resuelto, que fue seguir una cantidad de pasos hacia la izquierda dividiendo su altura por su edad. Se acordó de las herramientas en el galpón del fondo, donde solo podía entrar acompañado. Se acordó de las tardes al sol recolectando damascos de los árboles del patio del fondo. Se acordó de los paseos en la parte de atrás de la bicicleta negra. Recordó esperarlo a que volviera del trabajo sentado en la reja del frente de su casa, y la felicidad de verlo aparecer en la esquina. Recordó tantas cosas… Hasta que el sobre por fin se abrió.

Abrumado por los recuerdos, por primera vez desde que su abuelo no estaba, sintió su ausencia fatal y la realidad de su partida gélida. Por primera vez necesitó un abrazo de Samuel, y entendió que ya no podría tenerlo. Entonces, lloró. Y mucho.

Sebastián volvió a doblar la carta por los dobleces que estaban marcados. La puso dentro del sobre y lo guardó en el cajón de las cosas con más valor para él. Tranquilo y esperanzado, se quedó pensando en su abuelo y en ese glorioso día cuando volvería a abrazarlo. Y pudo sonreír.

Justo antes de cerrar los ojos, como un flash, lo espabiló un pensamiento: su abuelo nunca dejaba sin justificar un texto. Jamás.

Velozmente, sacó el sobre del cajón y desplegó el papel. Volvió a sonreír, y antes de guardarlo dijo en voz bien audible: “¡Gracias a ti, abuelo!” Sabía que él no podía oírlo, pero fue el descargo que necesitó su alma.

PD: ¿Encontraste el mensaje oculto en la carta de Samuel?

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del cuarto trimestre de 2019.

Escrito por Pablo D. Ramos.

Paz

Paz

Es popular hablar de paz. Hay símbolos que la representan, existen tratados de paz entre las naciones, y se habla de buscar la paz interior.

En la Biblia, la palabra “paz” aparece muchas veces, y no solo significa “la ausencia de guerra”. Es mucho más que eso: apunta a un estado de bienestar general.

En el AT, la palabra hebrea para “paz” es SHALOM. Este vocablo se refiere a algo completo o entero, como una pared terminada, a la que no le falta nada. Así, se describe este estado de bienestar en Job 5:24: “Sabrás que hay paz (shalom) en tu tienda; visitarás tu morada, y nada te faltará”.

Pero la vida es compleja, llena de situaciones en movimiento. Algo siempre se rompe. Y eso destruye la paz. Entonces, la paz necesita ser restaurada.

Es el mismo Jesús quien en el NT usa una palabra griega para referirse a la paz que tiene el mismo concepto de shalom: EIRENE. Cristo dice: “Mi paz os dejo, mi paz os doy” (Juan 14:27). Fue Jesús quien trajo ese estado de bienestar entre Dios y nosotros (Rom. 5:1 dice que somos justificados por la fe y tenemos paz para con Dios por medio de Jesús), porque él es nuestra paz (Efe. 2:14, 15). Acércate hoy a Jesús para vivir con verdadera paz.

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del cuarto trimestre de 2019.

Ilustrar en el s. XXI

Ilustrar en el s. XXI

Ilustrar en el s. XXI

¡Hola! Mi nombre es Mauro, tengo 27 años y soy ilustrador digital. Algo parecido a un “dibujante”, pero del siglo XXI… Déjame que te explique. La ilustración digital hoy se realiza prácticamente por completo en computadoras, utilizando tabletas gráficas y monitores táctiles, gracias a las maravillas de la tecnología y del “ctrl+z”.

Pero, no empecé dibujando sobre pantallas y tabletas… no, señor; como todo artista, empecé con lápices y papeles, dibujando personitas desproporcionadas y paisajes con horrible y caótica perspectiva (hoy son solo menos desproporcionados y caóticos).

Desde chico me apasionó dibujar, crear mis propias tiras cómicas, diseñar mis propios personajes con nombres y personalidad. ¿Quizás alguno tendría una mascota que lleve a todas partes en su gorra? ¡Definitivamente, alguno de ellos sería skater experto como Tony Hawk! Siempre usarían ropa cool (o al menos lo que pasaba por cool en los ‘90).

Es que las posibilidades creativas no tienen límites en el reino de la ilustración y el diseño. Puedes hacer lo que quieras, ser quien quieras y vivir donde quieras. Tuve la buena fortuna de ser patrocinado en mi pasión por mi tía Vero, que guardó y atesoró cada creación mía, por más aberrantes y rústicas que fueran; por mi tía Elbita, que en su casa desplegaba (sin escatimar) todo el arsenal de papeles y lápices siempre que pintaba dibujar alguna tarde; y por mis padres, que nunca dejaron de apoyarme e incentivarme en este hobby. Ah, no podría olvidarme de mi preceptora “Feli”, que siempre indultaba mi arte rupestre sobre la mesa del colegio. A todos ellos, voy a estarles eternamente agradecido.

The legend of Zelda

Nunca guardes tu hobby en un cajón para olvidarlo, no importa cual sea, porque tu hobby siempre va a ser eso que te hace feliz hacer, y lo que define tu personalidad.

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del cuarto trimestre de 2019.

Escrito por Mauro Perasso, diseñador gráfico e ilustrador.

Medea

Medea

Medea

Inteligencia y desafíos

La mitología griega está nutrida de figuras femeninas que han debido enfrentar traiciones. Así, hay un personaje que decidió construir su propio camino y tomar sus propias decisiones: se llamaba Medea.

Ella había nacido en la Cólquide, al este del Mar Negro, en una región de “bárbaros”, según los griegos. Sin embargo, era nieta de Helios, el dios Sol, y sobrina de mujeres igualmente célebres por su apasionamiento y sabiduría: Pasífae y Circe. Un día llegó a su tierra Jasón, un príncipe en busca de un trofeo, el “vellocino de oro”, que le permitiría recuperar el trono de Yolcos, que le había sido arrebatado por el tirano Pelias. Medea se enamoró inmediatamente de él.

Pero, no era posible favorecer a Jasón sin traicionar a su padre y a su tierra, así que, Medea debió abandonar la patria. Huyó con su amado hacia territorios griegos. Juntos superaron numerosos obstáculos, pero también sufrieron situaciones adversas, que finalmente los obligaron a pedir asilo en la ciudad de Corinto.

Medea es el tipo de persona que se arriesga y que lucha por la causa que considera justa.

Tal vez esta historia irreal puede desafiarnos a nosotros. Tal vez, la fuerza y la lucha de esta mujer nos podrían motivar en nuestros desafíos diarios, no para usar la venganza como modo de resolver un problema, sino para usar la inteligencia.

Dice Romanos 12:1: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”.

No te quedes en las sombras. Confía en Dios y movilízate a la acción.

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del cuarto trimestre de 2019.

Escrito por Elisa Torres, Profesora y Licenciada en Letras.

Abrazar la incertidumbre

Abrazar la incertidumbre

Abrazar la incertidumbre

“Cuando entren en el Mar Muerto, recuerden no intentar nadar”, dijo nuestra guía turística jordana. Aparentemente, la sensación de flotar sin hacer esfuerzo alguno confunde a muchos. “La gente intenta bracear, y se salpica agua en los ojos”, nos advirtió ella, recordándonos que el agua del Mar Muerto es casi diez veces más salada que la de los océanos. Si nos entraba agua en los ojos, nos arderían durante muchos días.

Entré despacito y con cuidado. Finalmente, me acosté. Aun si sacaba las manos y los pies fuera del agua, flotaba. La razón por la que mucha gente se confunde es que, normalmente, si entramos en el agua y no hacemos nada, nos ahogamos. En el Mar Muerto es diferente, pero nuestra mente está programada para hacer algo. Nuestra mente nos dice que debemos controlar la situación, si es que deseamos sobrevivir.

El Reino de Dios es un poco como el Mar Muerto: hace falta que tengamos fe, y no control. “La fe es lo opuesto a buscar el control”, dice el autor cristiano Skye Jethani. “Es ceder el control. Acepta la verdad de que el control es una ilusión: nunca lo tuvimos y nunca lo tendremos. En lugar de tratar de vencer nuestros miedos procurando más control, la solución […] es precisamente lo contrario: vencemos el miedo al ceder el control” (Skye Jethani, With Reimagining The Way You Relate To God (2011).

A primera vista, no tiene sentido que el miedo a la incertidumbre desaparezca justamente si no intentamos controlarlo todo. Pero, el secreto es la sal. Cuando tenemos fe en Jesús, no nos zambullimos en un mar cualquiera, sino en un “mar muy salado”. Cuanto más braceamos por estar en el control, más agua nos entra en los ojos. Pero, cuanto más nos relajamos y le cedemos el timón al Capitán, más disfrutamos de la aventura de la fe.

La incertidumbre es una parte importante de la vida. Es una amiga disfrazada de ansiedad, es una maestra; la lección que viene a enseñarnos es a depender más del Espíritu Santo. Si le damos la bienvenida, si la abrazamos cuando llega, de su valija sacará regalos costosos que solo el tiempo y la paciencia pueden comprar: resiliencia al cambio, fe y dependencia.

Pero, el regalo más sorprendente que nos da la incertidumbre es ayudarnos a recobrar el sentido de la aventura. La incertidumbre nos despabila, nos sacude de la rutina, nos recuerda que cuando nada es seguro todo es posible. De niños, sabíamos esto de forma intuitiva. Pero, al crecer tendemos a olvidarlo. La incertidumbre, con toda su incomodidad y desprestigio, es una puerta. Es una oportunidad para volver a ser como niños, disfrutando de las sorpresas y las aventuras.

En el mar de la incertidumbre, como en el Mar Muerto, la sal de la fe nos permite flotar y aun disfrutar de incontables e incontrolables aventuras.

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del cuarto trimestre de 2019.

Escrito por Vanesa Pizzuto, Lic. en Comunicación Social.