Si Dios existe, ¿por qué no responde a mi oración?
Si Dios existe, ¿por qué no responde a mi oración?
Un gran dilema que muchos nos hacemos en momentos de crisis.
¿Existe Dios?
Esta, tal vez, sea la pregunta más intrigante y más importante de todos los tiempos. De acuerdo con la Biblia (1 Rey. 8:27; Sal 139:17, 18; 1 Tim. 6:16), Dios traspasa todos los límites de nuestra comprensión humana. Él es demasiado inmenso para ser comprendido por un método científico y nos es imposible aportar “pruebas” (como la ciencia humana demanda) sobre la existencia de Dios. Desde luego, tenemos evidencias sobre esto y fuertes indicios de su obra e intervención a lo largo de la historia de este planeta.
“Nada surge de la nada”, dice un proverbio popular. De acuerdo con la ley física de “causa y efecto”, todo tiene una causa original. En este sentido, el gran Albert Einstein mostró, mediante su “Teoría de la Relatividad”, que el universo tuvo un comienzo. La pregunta es: ¿Qué había antes de que el universo existiera? Esta pregunta tiene respuesta en la existencia de Dios, un Ser eterno, sin comienzo ni final, que explica el origen del cosmos.
Así, afirmar que toda la naturaleza es fruto de la casualidad es lo mismo que decir que tu teléfono inteligente (que seguramente usas y aprecias) surgió de una explosión en una fábrica de Apple. ¿Quién armó y confeccionó todas las piezas de un celular? Sin duda, una mente diseñadora maestra.
Tenemos también el caso de nuestro cuerpo. La complejidad de nuestro organismo es mucho mayor que la de una computadora moderna. Cada célula y cada miembro tiene su función. El cuerpo humano es una evidencia clara de la existencia de un Diseñador inteligente, un Creador, que nos formó de manera exacta y precisa.
La perfecta armonía entre los diferentes tipos de fuerzas de la naturaleza, que favorece la existencia de vida en la Tierra, también apunta a un Diseñador original.
En todas las civilizaciones existe la idea de Dios (interpretada, por supuesto, según la cultura local). En todo el mundo, no hay personas que estén completamente sin religión. La tradición sobre la existencia divina y la costumbre de rendir culto a un ser superior se remontan a los inicios de la humanidad, lo que da indicios de un origen común.
Nadie nace ateo. Psicológicamente hablando, la creencia en Dios es el sentimiento primero y natural de todas las personas. Si existe tal sentimiento, es razonable suponer que también existe su correspondiente.
Finalmente, la mayor evidencia de la existencia de Dios son los millones de personas transformadas por él después de la conversión. Esta experiencia es capaz de promover la verdadera felicidad y la paz.
Entonces, si existe, ¿por qué no responde a mi oración?
¿Crees? ¿Tienes fe? ¿Enfocaste todo el poder de tu pensamiento positivo (como si hubiera algo sobrenatural en él)? Sobre todo, oraste fervientemente para que se cumpliera la petición más deseada de tu corazón y… ¡no pasó nada! ¡Todo quedó igual! Mucha oración y pocos resultados. Mucho clamor y cero respuestas: ¡nada! Dios no “movió un dedo” para cumplir tu sueño.
A todo esto, se agrega un factor extra: la frustración parece ser mayor cuando escuchas relatos increíbles de respuestas a oraciones, grandes milagros y testimonios poderosos de plegarias respondidas… ¡para los demás! La pregunta que te haces en tu interior es: ¿Por qué esto solo les sucede a los otros, y no a mí?
La Biblia tiene la respuesta a este dilema; aun sabiendo que Jesús garantizó que pidamos y que se nos daría (Mat. 7:7). Debemos entender que hay situaciones en las que Dios no actúa por nuestro bien y por el bien del universo que él gobierna. Dios es capaz de contestar nuestras oraciones, pero sus criterios son más justos que los nuestros.
Te dejo algunos tips para orar de manera más eficaz:
1- Pide específicamente. No hagas una oración genérica del tipo “Bendice mi vida, amén”. Sé puntual en tus peticiones (Sant. 4:2).
2- Ora con frecuencia (Luc. 18:1-7). Hay personas que hablan con Dios como si estuvieran solicitando un servicio de entrega o un delivery. Todo padre quiere pasar tiempo de calidad en una conversación relajada y amistosa con sus hijos. Asimismo, lo importante de la oración no es que Dios nos diga que “sí” a todo, sino poder conversar con el Creador del universo.
3- Pide bien y para tu bien (Sant. 4:3; 1 Juan 5:14). Dios no contesta oraciones que van en contra de sus propósitos de amor por el ser humano, como las peticiones egoístas. ¿Pedimos lo que nos hará bien o lo que beneficiará a nuestros caprichos?
Tal vez, Dios no te da un día soleado para ir a la playa, porque él necesita enviar lluvia al agricultor que oró por eso y que depende del agua para que la cosecha sea efectiva. Sin embargo, si pides lo que él ya ha prometido, el “sí” está garantizado: “Pues en él se cumplen todas las promesas de Dios” (2 Cor. 1:20, DHH). Así que, estudia, conoce y reclama las promesas bíblicas. Ponte en sintonía con la voluntad de Dios: “Si alguno no quiere atender la ley de Dios, tampoco Dios soportará sus oraciones” (Prov. 28:9, DHH), y pide (sobre todo) la guía y la transformación que vienen por medio del Espíritu: “Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!” (Luc. 11:13).
Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del cuarto trimestre de 2022.
Escrito por Eduardo Rueda, pastor y editor de libros. Trabaja en la Casa Publicadora Brasilera.