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Abr 1, 2022 | Aire fresco | 0 Comentarios

Reflexiones sobre el olvidado arte de escuchar al otro.

Un versículo con tan pocas palabras como 1 Tesalonicenses 5:21 puede dejarnos una lección con muchas más, y ayudarnos en nuestra carrera espiritual. “Examinadlo todo y retened lo bueno”. Corto y simple.

He aplicado este versículo en muchas ocasiones, especialmente cuando debo escuchar a las personas. Escuchar es un don que considero que Dios me ha otorgado, y son mis padres a los que más he tenido que escuchar y a los cuales debo mis palabras.

No solo nosotros mismos saldremos beneficiados por el acto de escuchar; sino también la persona que está siendo oída. Esto es algo muy importante que he aprendido: debemos estar atentos a las personas que están a nuestro alrededor, saber cuáles son sus necesidades, sueños, metas y tristezas. 

De lo que me ha tocado aprender, este principio es uno de mis favoritos. Y quizá pueda parecer un principio pequeño, pero claramente no lo es. Nuestra naturaleza humana y social nos dicta que necesitamos ser escuchados y apreciados; nos ayuda a crecer justo en lo que hace falta y a deshacernos del ruido que el pecado ha generado en nuestra vida.

La comunicación y el servicio

La comunicación con nuestro prójimo es una parte muy importante en lo que respecta a servir, y es una herramienta excelente para aquellos que buscamos ser dirigentes dentro de nuestra iglesia. No debemos tener miedo de hablar si nuestras palabras harán que nuestro ministerio crezca. Perder la vergüenza y el miedo no es un asunto fácil, pero tenemos en nuestras manos la herramienta más poderosa: la oración.

Aprender a escuchar y a comunicarse ciertamente hizo que mi relación con Dios, con mi familia y con mis amigos haya crecido.

Dios es amor y quiere vernos crecer juntos, con nuestros ministerios, nuestras familias, nuestras carreras universitarias. Él quiere construir con nosotros ese futuro que tanto tiempo ha pasado planificando. 

¿Te imaginas cuántas palabras debe escuchar Dios por día? ¡En cuántos idiomas! ¡Qué Dios maravilloso! Algunas de esas palabras, espero que varias, son nuestras. Y son únicas y personales. Las veces que nos reímos, las veces que lloramos, que nos quejamos, y las que agradecemos… cada letra y frase son oídas atentamente.

Una buena comunicación siempre se logra de a dos. ¿Estás dispuesto a aprender a escuchar su voz?

Beneficios de aprender a escuchar

1-Nos permite asimilar conocimientos: No solo conoceremos más datos  sino también cómo piensan y sienten las personas que nos rodean.

2-Nos acerca a las personas: Es clave ver los puntos de vista del otro y tratar de entender las situaciones que está viviendo. Así, no nos concentraremos solo en nosotros mismos.

3-Implica madurez y nos libera del egoísmo: Tú solo no eres el protagonista central. En una familia, iglesia o escuela, debes saber que hay otros intereses y sueños, no solo los tuyos.

4-Es también una forma de predicar: Siempre pensamos que debemos comunicar el mensaje de salvación de la Biblia; y es correcto, debemos hacer eso. Pero, en ciertas ocasiones podemos testificar prestando nuestro oído a quien lo necesita. Recuerda el consejo de Santiago (1:19, NVI): “Tengan presente esto: Todos deben estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse”.

Dios, el mejor «escuchador» de todos

“Esta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que, si pedimos conforme a su voluntad, él nos oye” (1 Juan 5:4, NVI). 

“Yo amo al Señor porque él escucha mi voz suplicante. Por cuanto él inclina a mí su oído, lo invocaré toda mi vida” (Sal. 116:1, 2, NVI).

“Los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos, atentos a sus oraciones” (Sal. 34:15, NVI).

Este artículo es una adaptación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del segundo trimestre de 2022.

Escrito por Brenda Carranza, estudiante de Letras Modernas y miembro de la Iglesia Adventista de Alta Gracia, Córdoba, Argentina.

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