Las nuevas tendencias sociales están reconfigurando las relaciones de pareja tradicionales. ¿Cómo mantenerse firme en un mundo donde todo vale y todo está permitido?
“Hola, me llamo C., vine con mi novia S. y mis otras dos parejas. Ella vino con F., su otra pareja”.
La frase que acabo de escribir no fue extraída de una película de ficción (aunque bien podría), sino de la misma realidad. En una entrevista concedida a un popular medio nacional de la Argentina, S. contaba cómo era esta convivencia afectiva: “Con mi novio, nos cansamos del modelo tradicional de una relación. Por eso, decidimos abrirnos afectiva y sexualmente a otras personas. Nos sentíamos atrapados en la monogamia porque es como una especie de estructura sentimental, y decidimos apostar a esto”.
Aunque no lo creas, casos como este son cada vez más comunes en Latinoamérica y en el mundo; tanto, que hasta se asignó un nombre a este tipo de relaciones: poliamor. ¿Qué es esto? Es un término que se refiere a mantener relaciones amorosas y/o sexuales de manera simultánea con varias personas, con el consentimiento y el conocimiento de todos los involucrados.
Como nunca en la sociedad, el tema del sexo ha dejado de ser una restricción o algo prohibido. Al contrario, cada vez hay menos tabúes, y conceptos como el “poliamor” están a la orden del día. Además, las redes sociales, las aplicaciones para conocer personas con quienes entablar una relación sexual y la pornografía digital son frecuentes, consumidas y aceptadas socialmente. Como nunca, hoy es muy sencillo acceder a cualquier cosa que rodee al sexo. Claro que, en la escala de valores de la cambiante sociedad posmoderna de hoy, el don de la sexualidad está a miles de kilómetros de distancia del ideal edénico que Dios nos ofreció.
Hablemos de sexo
Si hay algo que el enemigo ha logrado, en una estrategia maestra, es que los cristianos pensemos que el sexo y todo lo relacionado con él es pecado. Gran error: la sexualidad es un regalo de Dios para ti. Leamos Génesis 1:26 al 28. Allí dice que fuimos creados a la imagen de Dios y que fue él mismo quien indicó a Adán y a Eva lo que implicaba la sexualidad.
La Biblia es un libro muy claro al respecto. La revelación divina no es confusa ni da lugar a interpretaciones extrañas.
Mira lo que dice acerca del sexo. Lee, compara, indaga e investiga. La relación sexual bíblica es heterosexual y monogámica, y tiene un lugar y un tiempo específicos para ser ejercida: el matrimonio.
Un hombre y una mujer (Gén. 2:18-25; Hech. 13:4), con respeto, fidelidad, amor y consideración hacia las necesidades del cónyuge (Prov. 5:15-23; Efe. 5:22-33) son los protagonistas de la sexualidad; que lejos de ser algo acotado meramente a lo carnal forma parte de nuestra vida integral, y es el resultado de una combinación espiritual, física y emocional de nuestro ser con el de la otra persona.
Sin rodeos, y con la maravillosa y necesaria luz que emana de lo revelado por Dios, la Biblia califica como pecado a:
- El sexo premarital y la violencia sexual (Deut. 22:13-21, 23-29).
- La relación entre personas del mismo sexo (Lev. 18:22; 20:13; Rom. 1:26, 27).
- El travestismo (Deut. 22:5).
- El adulterio, o sexo fuera del matrimonio (Éxo. 20:14; Lev. 18:20; 20:10; Deut. 22:22; 1 Tes. 4:3-7).
- Las diferentes formas de ejercer la prostitución, tanto masculina como femenina (Lev. 19:29; Deut. 23:17).
- Las relaciones sexuales con animales, o bestialismo (Lev. 18:23; 20:15, 16).
- La relación con personas de la misma familia o con niños (Lev. 18:6-17; 20:11, 12, 14, 17, 19-21).
Conforme a su estrategia, Satanás se ha encargado por todos los medios de desvirtuar este sublime regalo divino. Observa a tu alrededor, abre tus redes sociales, mira casi cualquier video en YouTube, y te darás cuenta de esto. Pero… ¡calma! Depende de ti cuidar y valorar este regalo.
Pide un deseo
El sexo es un don que Dios te dio para que disfrutes y seas feliz. Y es una dádiva maravillosa. Desde luego que, como tal, debemos cuidarla.
Si se hiciese realidad tu deseo de tener, por ejemplo, el último teléfono, o el último automóvil… Por más lindos o caros que sean, se arruinarían si no los cuidas como debes. Lo mismo ocurre con el sexo.
Sexo sin “sexo”
Sin embargo, en los últimos tiempos, hay un fenómeno que intriga a los investigadores. Los adolescentes tienen menos relaciones sexuales, según las encuestas y las investigaciones. Podrías pensar entonces que esto es muy positivo, y que estamos cuidando y valorando más el regalo de Dios. Mmm… no, precisamente. Sigue leyendo.
A pesar de un contexto y de un acceso tan favorable a todo lo relacionado con la sexualidad (por medio de las aplicaciones en el celular para encontrar con quién tener sexo, las películas que incitan a los jóvenes a tener relaciones y la pornografía digital), varios estudios en adolescentes han mostrado que en la actualidad la iniciación sexual (por medio de una relación sexual propiamente dicha) se da cada vez más tarde.
En Estados Unidos, entre 1991 y 2017, el porcentaje de estudiantes de nivel medio que habían tenido relaciones sexuales cayó del 54 % al 40 % (según datos que se desprenden de una encuesta realizada por los centros para el Control y Prevención de Enfermedades sobre la Conducta de Riesgo Juvenil de ese país, en diciembre de 2018).
¿A qué se debe esto? Sin duda, a múltiples factores. No obstante, los psicólogos y los sociólogos coinciden en algo: los abundantes espacios digitales expulsan lo presencial y provocan la pérdida de habilidades sociales. Así, los adolescentes no reprimen ni cuidan su sexualidad por no tener relaciones sexuales, sino que “disfrutan” del sexo pero de otras maneras. ¿Cuáles?
El consumo de pornografía digital (ya sea de películas o de fotos), mayormente, por medio de teléfonos celulares.
- La exposición en las redes y el envío por medio de mensajería digital de fotos eróticas.
- El uso constante de aplicaciones en el celular relacionadas con el sexo.
- El sexting, que es el envío de mensajes sexuales, eróticos o pornográficos por medio de teléfonos móviles.
- La masturbación, que es la autoestimulación de los órganos sexuales para lograr placer.
Así, los jóvenes encuentran muchas ventajas en estos modos de relación, porque les permiten evitar los conflictos, las decepciones, y el tener que exponerse.
Lejos de ser positivo, todas estas cuestiones implican algo que va más allá. El hecho de que no tengas relaciones sexuales propiamente dichas no quiere decir que estés ajeno a los pecados sexuales. La Biblia nos habla de un valor fundamental en la vida del cristiano: la pureza.
La Biblia dice que tener pensamientos impuros también es pecado. Además, está en contra de los vicios secretos, como la pornografía y la masturbación (Eze. 16:15-17; 1 Cor. 6:18; Gál. 5:19; Efe. 4:19; 1 Tes. 4:7); el exhibicionismo sexual (Eze. 16:16, 25; Prov. 7:10, 11); y el acoso sexual (Gén. 39:7-9; 2 Sam. 13:11-13).
El poliamante bíblico
Aunque no lo creas, el poliamor no es algo nuevo. Ya existía en la Biblia. Abraham, por ejemplo, tuvo varias esposas y personas con las que tuvo hijos (Sara, Agar y Cetura, por ejemplo). Y también tuvo graves consecuencias por ello.
Pero, el caso más conocido, sin dudas, es el de Salomón. Cuando fue joven amó a una sola mujer y fue feliz (para corroborar esta impresionante historia de amor, lee el libro del Cantar de los Cantares).
Con el paso del tiempo, Salomón fue cediendo en sus principios y cayó en el poliamor. Y su felicidad huyó. Tal vez te parezca bueno el concepto de tener muchas personas a las que amar y con quienes tener sexo; pero no fue así el caso de Salomón. Da pena leer 1 Reyes 11:3: “Tuvo setecientas esposas de rango real y trescientas concubinas, las cuales desviaron su corazón”. Y mira cómo sigue el relato: ”Cuando Salomón ya era anciano, sus mujeres hicieron que su corazón se desviara hacia otros dioses, pues no se había entregado por completo al Señor su Dios” (1 Rey. 11:4).
Al final de su vida, Salomón reconoció a Dios por sobre todo y se arrepintió. Por eso, dejó una lección sumamente importante en el libro de Eclesiastés. En el capítulo 2, versículos 1 al 11, él describe todo lo que tuvo. Entre la lista de bienes, se mencionan mujeres y concubinas, y dice que no se negó ningún placer. Y ¿a qué conclusión llegó? Mira: “Me puse luego a considerar mis propias obras y el trabajo que me había costado realizarlas, y me di cuenta de que todo era vana ilusión, un querer atrapar el viento, y de que no hay nada de provecho en este mundo” (Ecl. 2:11).
El poliamor ofrece un aparente goce de ilimitado placer, pero todo queda en la nada porque ese no es al plan de Dios para tu vida. No fuiste diseñado para eso. La felicidad que supuestamente obtendrías con eso no es real ni duradera. ¡Qué bueno que, más allá de sus caídas, tenemos en la Biblia la experiencia de Salomón!
¿Muro o puerta?
Años antes de ceder al poliamor, el mismo Salomón nos dejó en la Biblia una excelente ilustración del ideal de Dios para nuestra sexualidad. Dice Cantares 8:9 y 10: “Si ella es muro, edificaremos sobre él un palacio de plata; si fuere puerta, la guarneceremos con tablas de cedro. Yo soy muro, y mis pechos como torres, desde que fui en sus ojos como la que halla paz”. Y en Cantares 4:12 se dice: “Huerto cerrado eres, hermana mía, esposa mía; fuente cerrada, fuente sellada”.
La metáfora poética es aplicable a nuestra vida hoy. Podemos ser puertas abiertas, y caer en la promiscuidad sexual (con otras personas o con pensamientos impuros), o podemos ser muros (o huertos cerrados y fuentes selladas), y resguardar nuestra sexualidad para vivirla en el momento y el lugar que Dios determinó en su plan maestro: el matrimonio.
Vencer la tentación sexual no es fácil; nadie dice que lo sea. Pero ¿sabes qué? Es posible. La Biblia lo afirma y debes creerlo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil. 4:13). ¡Qué declaración extraordinaria!
Nunca olvides que hay perdón y restauración en Jesús. Muchos y muy conocidos personajes bíblicos cayeron en pecados sexuales, como David (que no tenía Internet, pero se distrajo mirando una cosa y otra –¿te parece familiar?– por los techos de su palacio. Vio a la hermosa Betsabé, y cedió a la tentación sexual. Y la mujer hallada en adulterio. Pero encontraron el perdón divino. Lee el Salmo 51, Juan 8:1 al 11 y 1 Juan 1:7 al 9).
Jesús es el mejor ejemplo de “poliamor”. No porque él haya cedido a la tentación sexual, sino porque él te ama de todas las maneras y de todas las formas. Te ama intensa y maravillosamente. Te ama más allá de lo que hagas, más allá de tus fallas, más allá de tus caídas, más allá de tus promesas incumplidas, más allá de tus rebeliones, más allá de tus fracasos. Más allá de todo.
Te ama tanto que murió por ti en la Cruz para darte el perdón y una nueva oportunidad.
Te ama tanto que te regaló el don de la sexualidad para que lo disfrutes, pero también para que lo cuides.