El fracaso, las diatomeas y los huesos de Eliseo

Oct 3, 2022 | Artículo destacado, Semillas al viento | 1 Comentario

¿Qué tienen en común todas estas cosas?

Estaba mirando a Will Smith explicar el viaje de la arena en la serie documental One Strange Rock (Una extraña roca) cuando escuché por primera vez acerca de las diatomeas. Cada año, los vientos impulsan toneladas de arena sahariana, y las transportan en un épico viaje de 9.650 kilómetros, a través del Atlántico y hasta el corazón de la región amazónica del Brasil. 

Resulta que esta arena fertiliza al Amazonas, porque contiene nutrientes como el fósforo y otros fertilizantes esenciales. Sin ella, la región amazónica no sobreviviría. 

Pero, espera un minuto… ¿Cómo es posible que la arena del desierto fertilice a una selva tropical? ¿Qué hace que la arena del Sahara sea tan rica en nutrientes? ¡La respuesta son los cadáveres de diatomeas! 

Las diatomeas son algas unicelulares microscópicas. A pesar de su minúsculo tamaño, tienen una función muy importante: producen alrededor del 50 % del oxígeno que respiramos (¡Y nadie les da las gracias!) Las diatomeas se pueden encontrar en todos los océanos y lagos del mundo.

Sorprendentemente, el Sahara fue una vez un exuberante oasis lleno de lagos, donde vivían miles de millones de diatomeas. Después de florecer, estas diatomeas murieron y se hundieron en el fondo de los lagos. Pero a diferencia de otras algas, las diatomeas no se descomponen porque sus paredes celulares, también llamadas coberturas, están compuestas de sílice. Como resultado, los “esqueletos” de estas diatomeas se acumularon como sedimentos en el fondo de los lagos. Cuando los lagos se secaron, expusieron las coberturas de las diatomeas, permitiéndole al viento reescribir su historia.

¿Cómo defines el éxito? Cuando los sueños se secan y los oasis se convierten en desiertos, a menudo saco conclusiones precipitadas y etiqueto esas experiencias como “fracasos”. ¡Estoy tan apurada por lograr resultados tangibles! Y aunque la paciencia es una virtud indispensable, hay un punto todavía más importante que tendemos a olvidar.

El punto es que, como cristianos, tenemos una definición del éxito que es mucho mejor. El éxito no es simplemente el resultado, sino el viaje en sí. En el reino de Dios, ser fiel es ser exitoso. Fuimos llamados a dar lo mejor de nosotros mismos, confiando en que Dios garantizará los resultados. Esto nos permite anclar nuestra identidad en un terreno mucho más firme que el éxito o los logros.

Por esto, cuando nos enfrentamos a un aparente fracaso, no desesperamos. “Yo respondí: ‘¡Pero mi labor parece tan inútil! He gastado mis fuerzas en vano, y sin ningún propósito. No obstante, lo dejo todo en manos del Señor; confiaré en que Dios me recompense’ ” (Isa. 49:4, NTV, énfasis agregado). Para comenzar a mirar a través de la lente de la fidelidad, en lugar de los logros, debemos aprender el arte de ver lo invisible.

A primera vista, la muerte de Eliseo parece un final infeliz e irónico para la vida de este profeta. El mismo hombre que Dios usó para sanar a tantos yacía indefenso en la cama. El profeta que resucitó al hijo de la sunamita estaba sucumbiendo a una enfermedad común. Mientras que su predecesor, Elías, fue llevado al Cielo en un carro de fuego, no hubo fanfarrias para Eliseo. Había pedido una doble porción del espíritu de Dios, pero su último acto registrado en la Biblia fue enojarse con el rey Joás por su falta de fe (2 Rey. 13:19). ¿Fue su carrera como profeta un fracaso? Por supuesto que no. ¡Eliseo fue fiel!

Para correr un poco el velo de lo invisible, la Biblia registra una historia inusual. Algún tiempo después de la muerte de Eliseo, un grupo de israelitas estaba enterrando a un hombre. De repente divisaron una banda de asaltantes moabitas y, aterrorizados, arrojaron el cuerpo en la primera tumba que encontraron. ¡Resultó ser la tumba de Eliseo! Cuando el cuerpo tocó los huesos de Eliseo, el hombre volvió a la vida (2 Rey. 13:20, 21). 

Amo esta historia porque ilustra poderosamente cómo Dios se encarga de los resultados. Eliseo estaba muerto y enterrado; no sabía nada y no podía hacer nada. Pero servimos a un Dios que puede obrar milagros con huesos secos y cadáveres de diatomeas. Entonces, sin que Eliseo ni siquiera moviera un dedo, Dios reescribió completamente su historia.

Dios nos llama a ser fieles, no a ser exitosos. Considera cuánta gracia hay en ese llamado. Dios está quitando la carga del éxito de nuestros hombros y colocándola sobre sí mismo (Mat. 11:29). Él nos invita a enfocarnos en lo invisible; a anclarnos en él. 

No permitas que las circunstancias te engañen. Los resultados finales siempre están en las manos de Dios. ¡Sé fiel! El viento del Espíritu puede impulsar los restos secos de tus sueños y usarlos para fertilizar un paraíso lejano, verde y exuberante. Incluso después de que te hayas ido, Dios puede usar tu ejemplo de fe y obediencia para revitalizar a otros. Permanece fiel. 

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del cuarto trimestre de 2022.

Escrito por Vanesa Pizzuto, Lic. en Comunicación y escritora. Es argentina, pero vive y trabaja en Londres.

1 Comentario

  1. MONICA Kaerst

    Ea increíble cómo Dios nos enseña con la naturaleza y como se entrelazan las enseñanzas siempre en salvación. Gracias Vanesa como siempre,

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