Últimas palabras

Últimas palabras

Últimas palabras

 “La educación es nuestro pasaporte hacia el futuro, pues el mañana pertenece a los que se preparan hoy” (Malcolm X).

Las últimas palabras de la vida de una persona pueden decir mucho sobre esa persona y su vida.
El médico alemán Hans Halter publicó un curioso libro que reúne las últimas palabras expresadas en el lecho de muerte por más de 150 personalidades conocidas.

Halter, quien trabaja en un hospital, acompañó a muchos pacientes en sus últimos minutos de vida y asegura que mucha gente es capaz de resumir toda su existencia en su frase de despedida de este mundo. “Muero como viví, por encima de mis posibilidades”, expresó (Oscar Wilde). “Ya cumplí con mi misión aquí”, dijo Albert Einstein. “Es todo tan aburrido”, dicen que manifestó Winston Churchil.

Los pioneros de nuestra iglesia también se expresaron antes de morir. Así, Guillermo Miller dijo: “¡Oh cuanto anhelo estar en el cielo!”. Y Elena de White declaró: “Yo sé en quien he creído”.

En la Biblia también se registran en muchas oportunidades las últimas palabras de alguien. Así, encontramos las últimas y emotivas palabras de David en 2 Samuel 23:1, las últimas y firmes palabras de Josué en el cap. 24 de su libro y las últimas y teológicas palabras de Pablo en 2 Tim. 4. Léelas ni bien puedas, ¡son muy interesantes! 

Y hablando de últimas palabras, estas son también mis últimas palabras como director de esta hermosa revista. Durante 11 años tuve el privilegio de dirigir esta publicación con mucha alegría. Obviamente, no estuve solo.  El trabajo editorial siempre es en equipo. Mi inmensa gratitud a todos los autores, columnistas y correctores que trabajaron en la revista. Y hago una mención especial a todos los diseñadores que me acompañaron en estos años ya que fueron ellos quienes ayudaron a comunicar visualmente el valioso contenido de Conexión 2.0.

 A partir de 2023, esta revista dependerá íntegramente de la gerencia de Educación de la ACES. Un equipo integrado por el staff pedagógico renovará esta publicación y traerá muchas novedades para ti. Todos los cambios son positivos y este, sin duda, lo es. 

Y ahora, al despedirme, lo hago con las últimas palabras de la Biblia, ya que ellas son mi mayor anhelo. Las dijo Jesús en Apocalipsis 22:20 (DHH): “Sí, vengo pronto”. Esta promesa es nuestro aliento en medio de las pruebas y nuestra esperanza más gloriosa. 

Recuérdala siempre.

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del cuarto trimestre de 2022.

Escrito por Pablo Ale, pastor, periodista y director de Conexión 2.0.

Si Dios existe, ¿por qué no responde a mi oración?

Si Dios existe, ¿por qué no responde a mi oración?

Si Dios existe, ¿por qué no responde a mi oración?

Un gran dilema que muchos nos hacemos en momentos de crisis. 

¿Existe Dios?

Esta, tal vez, sea la pregunta más intrigante y más importante de todos los tiempos. De acuerdo con la Biblia (1 Rey. 8:27; Sal 139:17, 18; 1 Tim. 6:16), Dios traspasa todos los límites de nuestra comprensión humana. Él es demasiado inmenso para ser comprendido por un método científico y nos es imposible aportar “pruebas” (como la ciencia humana demanda) sobre la existencia de Dios. Desde luego, tenemos evidencias sobre esto y fuertes indicios de su obra e intervención a lo largo de la historia de este planeta.

“Nada surge de la nada”, dice un proverbio popular. De acuerdo con la ley física de “causa y efecto”, todo tiene una causa original. En este sentido, el gran Albert Einstein mostró, mediante su “Teoría de la Relatividad”, que el universo tuvo un comienzo. La pregunta es: ¿Qué había antes de que el universo existiera? Esta pregunta tiene respuesta en la existencia de Dios, un Ser eterno, sin comienzo ni final, que explica el origen del cosmos.

Así, afirmar que toda la naturaleza es fruto de la casualidad es lo mismo que decir que tu teléfono inteligente (que seguramente usas y aprecias) surgió de una explosión en una fábrica de Apple. ¿Quién armó y confeccionó todas las piezas de un celular? Sin duda, una mente diseñadora maestra. 

Tenemos también el caso de nuestro cuerpo. La complejidad de nuestro organismo es mucho mayor que la de una computadora moderna. Cada célula y cada miembro tiene su función. El cuerpo humano es una evidencia clara de la existencia de un Diseñador inteligente, un Creador, que nos formó de manera exacta y precisa. 

La perfecta armonía entre los diferentes tipos de fuerzas de la naturaleza, que favorece la existencia de vida en la Tierra, también apunta a un Diseñador original.

En todas las civilizaciones existe la idea de Dios (interpretada, por supuesto, según la cultura local). En todo el mundo, no hay personas que estén completamente sin religión. La tradición sobre la existencia divina y la costumbre de rendir culto a un ser superior se remontan a los inicios de la humanidad, lo que da indicios de un origen común.

Nadie nace ateo. Psicológicamente hablando, la creencia en Dios es el sentimiento primero y natural de todas las personas. Si existe tal sentimiento, es razonable suponer que también existe su correspondiente.

Finalmente, la mayor evidencia de la existencia de Dios son los millones de personas transformadas por él después de la conversión. Esta experiencia es capaz de promover la verdadera felicidad y la paz.

Entonces, si existe, ¿por qué no responde a mi oración?

¿Crees? ¿Tienes fe? ¿Enfocaste todo el poder de tu pensamiento positivo (como si hubiera algo sobrenatural en él)? Sobre todo, oraste fervientemente para que se cumpliera la petición más deseada de tu corazón y… ¡no pasó nada! ¡Todo quedó igual! Mucha oración y pocos resultados. Mucho clamor y cero respuestas: ¡nada! Dios no “movió un dedo” para cumplir tu sueño. 

A todo esto, se agrega un factor extra: la frustración parece ser mayor cuando escuchas relatos increíbles de respuestas a oraciones, grandes milagros y testimonios poderosos de plegarias respondidas… ¡para los demás! La pregunta que te haces en tu interior es: ¿Por qué esto solo les sucede a los otros, y no a mí?

La Biblia tiene la respuesta a este dilema; aun sabiendo que Jesús garantizó que pidamos y que se nos daría (Mat. 7:7). Debemos entender que hay situaciones en las que Dios no actúa por nuestro bien y por el bien del universo que él gobierna. Dios es capaz de contestar nuestras oraciones, pero sus criterios son más justos que los nuestros.

Te dejo algunos tips para orar de manera más eficaz:

1- Pide específicamente. No hagas una oración genérica del tipo “Bendice mi vida, amén”. Sé puntual en tus peticiones (Sant. 4:2).

2- Ora con frecuencia (Luc. 18:1-7). Hay personas que hablan con Dios como si estuvieran solicitando un servicio de entrega o un delivery. Todo padre quiere pasar tiempo de calidad en una conversación relajada y amistosa con sus hijos. Asimismo, lo importante de la oración no es que Dios nos diga que “sí” a todo, sino poder conversar con el Creador del universo.

3- Pide bien y para tu bien (Sant. 4:3; 1 Juan 5:14). Dios no contesta oraciones que van en contra de sus propósitos de amor por el ser humano, como las peticiones egoístas. ¿Pedimos lo que nos hará bien o lo que beneficiará a nuestros caprichos?

Tal vez, Dios no te da un día soleado para ir a la playa, porque él necesita enviar lluvia al agricultor que oró por eso y que depende del agua para que la cosecha sea efectiva. Sin embargo, si pides lo que él ya ha prometido, el “sí” está garantizado: “Pues en él se cumplen todas las promesas de Dios” (2 Cor. 1:20, DHH). Así que, estudia, conoce y reclama las promesas bíblicas. Ponte en sintonía con la voluntad de Dios: “Si alguno no quiere atender la ley de Dios, tampoco Dios soportará sus oraciones” (Prov. 28:9, DHH), y pide (sobre todo) la guía y la transformación que vienen por medio del Espíritu: “Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!” (Luc. 11:13).

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del cuarto trimestre de 2022.

Escrito por Eduardo Rueda, pastor y editor de libros. Trabaja en la Casa Publicadora Brasilera.

Just do it!

Just do it!

Just do it!

Seis claves para mejorar la validación emocional.

Al leer el título, sin dudas, creo que todos reconocemos que es el eslogan de la marca deportiva Nike. Traducido al español, sería algo así como “¡Solo hazlo!” Según la aplicación que le demos, esta frase puede ser positiva o negativa. 

Por un lado, se fundamenta su creación en la publicidad lanzada en 1988, que apuntaba a que las personas no se detuvieran en el deporte y que se motivaran sin pensar tanto, usando la imagen y el ejemplo de un atleta de ochenta años llamado Walt Stack (¡quien corría 27 km todas las mañanas!). En el video se veía al hombre corriendo por el puente Golden Gate, y luego aparecía como cierre la famosa frase.

Pero, según reseñan medios internacionales, el encargado de aquella publicidad y de la frase para la marca fue Dan Wieden, jefe de la agencia Wiedden+Kennedy. Años más tarde, Wieden reveló que se inspiró en la frase dicha por un asesino antes de ser fusilado. Sus últimas palabras fueron: “Just do it!” Sorprendente, ¿no?

De la misma manera, podemos aprender a analizar el impacto de nuestras emociones sobre nuestras acciones, que tarde o temprano traen consecuencias que pueden ser positivas o negativas.

La inteligencia emocional nos permite aprender a analizarnos y a reconocer e identificar las emociones positivas y negativas que experimentamos en nuestra vida.

Pero la clave es validar nuestras emociones. ¿De qué se trata esto?

La validación emocional es la aceptación de la experiencia emocional propia y la del otro; y es un proceso de aprendizaje, entendimiento y expresión. Por el contrario, la invalidación emocional hace referencia al rechazo, la ignorancia o el juicio de la experiencia emocional personal o de la otra persona.

La capacidad de empatía y escucha mejora las relaciones personales, ya que la otra persona se siente comprendida y reconocida. Esto aumenta la confianza entre dos personas y favorece el aumento de la verbalización de lo que el otro piensa y siente. 

La validación emocional también es una forma de comunicar al otro la aceptación; por ejemplo, a la hora de resolver conflictos. Esto no significa que estemos siempre de acuerdo con la opinión del otro ni que compartamos su forma de pensar, sino que aceptamos y damos por válido aquello que la otra persona siente desde su punto de vista. 

En muchas ocasiones juzgamos o criticamos lo que otros piensan, pero no mostramos que estemos en desacuerdo. Esto no es validación emocional, ya que la aceptación ofrece una oportunidad a la expresión emocional y a la comunicación.

Interiorizar la habilidad de validar las emociones de manera correcta requiere práctica. Validar una emoción consiste en dar reflejo a su sentimiento y hacerlo explícito. Presta atención a estas claves para mejorar la validación emocional.

1- Toma de conciencia. Hay diferentes formas de estar presente, aunque nuestro estilo de vida a veces lo dificulte. Estar consciente y con atención plena es el primer paso para la validación emocional. La reflexión consciente es útil para aprender a estar presente en el momento, y emplear un nivel de conciencia real y práctico.

2- Reflexión objetiva. Escuchar prestando atención a las reacciones y las emociones de la otra persona, y reflexionar sobre ello, te permite comprender las situaciones desde diferentes puntos de vista. La reflexión objetiva se refiere a realizar un resumen objetivo de lo que la otra persona ha dicho. Es necesario tener conocimiento sobre Inteligencia Emocional, ya que puede ayudarte a entender y regular las emociones y a tolerar diferentes formas de sentir.

3- Entendimiento de las reacciones. No podemos leer la mente, pero podemos intentar averiguar qué ha llevado a una persona a actuar de esa manera. Es básico entender lo que el otro puede estar sintiendo o pensando, y en muchas ocasiones no nos detenemos a pensar en ello. Para entenderlo, podemos demostrar disposición a escuchar, y desarrollar la habilidad de observación.

4- Entendimiento de la situación. Comprender las emociones del otro implica que con pocos elementos se puede formular una hipótesis sobre su reacción emocional; para ello, es importante conocer su contexto. Esta hipótesis se debe comunicar al otro para que nos exprese si estamos en lo cierto.

5- Normalización de las emociones. Normalizar las reacciones emocionales ayuda a las personas a saber que la mayoría de la gente, en su situación, se sentiría igual. Todos tenemos un poco de todas las emociones; por ende, se van activando sobre la base del contexto y las experiencias que vamos experimentando.

6- Aceptación de las emociones de los demás. Aceptar la experiencia emocional del otro es importante en todas las relaciones interpersonales. Todas las emociones tienen un sentido, e independientemente de la emoción que la otra persona esté sintiendo, es su emoción y hay que respetarla.

Necesitamos practicar y aprender a validar nuestras emociones y aprender a conocernos: identificar nuestro temperamento, desarrollar nuestro potencial espiritual, reflexionar sobre lo que sentimos, evaluar cómo actuamos, y trabajar con nosotros mismos para buscar nuestra mejor versión. Así, podremos llevar nuestro aprendizaje vertical (con Dios) al horizontal (con nuestros prójimos), como influencers positivos, y desarrollar con paciencia, perseverancia, constancia y dedicación la inteligencia emocional. 

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del cuarto trimestre de 2022.

Escrito por Melissa Rojas Romero, Lic. en Psicopedagogía y especialista en Trastornos del Neurodesarrollo. Escribe desde Asunción, Paraguay.   @lic.melurojas

Cuando Red Bull no te da alas

Cuando Red Bull no te da alas

Cuando Red Bull no te da alas

Diez claves para proyectarse al más allá.

En 1987 salió el mercado una bebida energizante llamada Red Bull. Las ventas fueron todo un éxito: millones y millones de latas se consumían en todos los lugares del mundo. Hasta el año 2014, la bebida tenía su exitoso y “marketinero” lema: “Red Bull te da alas”. Bajo este eslogan, la bebida se posicionó como un ícono de la superación y los deportes de aventura. Las “alas” mencionadas no eran más que una simple metáfora del supuesto bienestar y “elevación” mental y física que alcanzaba quien consumía este producto. 

¿No creerás tú que una bebida te daría alas de verdad y podrías volar, no es cierto? Bueno, un grupo de personas sí lo creyó y elevó a la empresa una demanda insólita: Benjamín Careathers, quien se declaró un consumidor regular de la bebida, demandó a la compañía por publicidad falsa o engañosa en agosto de 2014. 

Su argumento se basaba en el hecho de que después de diez años consumiendo Red Bull, no tenía ningún atisbo de alas, ni su rendimiento atlético o intelectual había mejorado. Además, mostró investigaciones que probaban que supuestamente una lata de Red Bull tenía menos cafeína que una taza de café. A esta causa se sumó otro grupo de clientes y se creó una demanda colectiva. Por una cuestión de imagen, la empresa no quiso llegar hasta el final y resolvió el caso fuera de la corte, prometiendo devolverle 10 dólares a cualquier cliente estadounidense que compró la bebida desde el año 2002, o 15 dólares en productos de Red Bull. Además, acordó enmendar la futura publicidad (ahora es eslogan dice “aaalas”).

Tal vez, Careathers podría haber consultado a Samuel O. Poore, un cirujano plástico y profesor en la Facultad de Medicina de la Universidad de Wisconsin, quien publicó en 2008 en la revista Journal of Hand Surgery un artículo titulado “La base morfológica de la transición brazo-ala”. Allí, planteaba un método para emplear técnicas de cirugía reconstructiva para fabricar alas humanas a partir de brazos humanos. Sin embargo, sus investigaciones mostraron que estas alas serían solo estéticas, ya que no serían capaces de generar la capacidad para elevar a una persona del suelo.

Más allá de estas situaciones extrañas, lo cierto es que ninguna bebida ni ningún implante te dará alas para volar ni llegar hasta el cielo. Sin embargo, el ser humano siempre tuvo el deseo y el impulso de subir sobre las nubes y ha “envidiado” a los pájaros. 

Las historias de superhéroes, los híbridos ave-humano han sido elementos habituales en los mitos, las leyendas, las artes y la cultura popular.

En el siglo IX, el inventor Abbás ibn Firnás construyó un par de alas con madera y seda, se las colocó, se cubrió el resto del cuerpo de plumas… y saltó desde una roca elevada. Aunque sobrevivió, se lastimó terriblemente la espalda. 

El gran Leonardo da Vinci (1452-1519) esbozó cientos de planos de máquinas voladoras con alas movidas por humanos, a las que llamó “ornitópteros”. Pero Superman no existe en la realidad, y Birdman (película que ganó el Oscar en 2015) es solo una ficción. 

Hora de despegar

Es noble tener ganas de superarse. Pero también es pertinente tener los pies sobre la tierra y evaluar las realidades que nos rodean. No se trata solamente de soñar por soñar.

Así como cuando un avión sale de un aeropuerto hacia un destino trazado, y para llegar a destino se analizan y revisan cientos de factores (humanos, mecánicos, climáticos, etc.), no es posible ir detrás de nuestros objetivos sin tener un panorama claro de las situaciones. Elevar los pies del suelo tiene un costo.

Por eso, te presentamos 10 tips para crecer y alcanzar tus metas: 

1-Evalúa tu contexto: Tener noción de la situación que te rodea (ya sea cultural, social, económica, etc.) es clave para saber desde qué base iniciaremos el viaje. Estos aspectos no deben, en sí, desanimarte, pero debes tenerlos en cuenta a la hora de empezar. Por ejemplo, si quieres ser un gran esquiador y vives en una zona tropical donde no hay nieve, tienes que evaluar la situación.

2-Evalúa tus talentos: Este análisis también es clave. No todos tenemos los mismos dones. Y aunque es cierto que los dones se desarrollan, debes tener en cuenta para qué cosas tienes mayor facilidad y qué te gusta realizar.

3-Planifica tus objetivos: No llegarás lejos si no planificas. Esto no implica tener todos los detalles ajustados y toda la vida armada de forma estructuralmente perfecta; no. Pero tienes que tener una noción básica de cómo lograr lo que te propones.

4-Pide consejos: No estás solo, y no tienes por qué iniciar tu vuelo en soledad. Consulta, dialoga, solicita ayuda. Padres, familiares, amigos, pastores, capellanes, líderes de la iglesia pueden tenderte una mano.

5-Considera los riesgos: No esperes un camino fácil ni llano. Volar tiene sus costos. Habrá sacrificios que hacer, actividades que dejar, tiempos que administrar de otra forma, etc.

6-Replantéate la situación si las cosas no salen como lo planificaste: Pocos son los que llegan a la cima en el primer intento. Generalmente el camino al éxito es sinuoso y tiene sus vueltas. Muchos aviones no logran aterrizar en el aeropuerto de destino, pero eso no impide que cumplan su misión. Tener la flexibilidad necesaria para cambiar el rumbo y adaptarse (en el buen sentido) es vital. 

7-Sigue intentando: Desde luego, debes analizar la situación, pero no debes permitir que un fracaso esporádico te desvíe de tu sueño. Si te caes o tropiezas, puedes levantarte y continuar.

8-Haz un alto en el camino: A veces no es posible avanzar frenéticamente hacia las nubes. A veces, es bueno darse un tiempo para parar y reconsiderar la situación. 

9-Capacítate: Sin dudas, nadie nace sabiendo todo. Reconocer que necesitas aprender o pulir algún área de tu vida es una señal de grandeza. ¡Anímate y supérate!

10-Ora y encomienda a Dios tus propósitos: Aparece en el punto 10, pero en realidad es el número 1 y está por sobre todo. Estudiar la Biblia y orar te conecta con Dios, la infinita fuente de sabiduría. Es el primer y gran paso para iniciar una carrera, una relación, un viaje, un trabajo o cualquier cosa que emprendas.

Jesús te da alas

Más allá de todo lo que puedas proyectar en este mundo, debes recordar que tu objetivo principal es llegar al Cielo para vivir eternamente con Jesús. La felicidad no consiste en acumular elementos materiales, sino es prepararse y preparar a otros para la vida eterna.

Jesús murió por ti. Resucitó. Ahora está en el Cielo intercediendo por ti. Quiere darte una vida nueva. Y quiere que estés listo para cuando él regrese. ¡Entonces sí podremos volar! 

Él es el único que te da alas; para ayudarte a superar tus vicios, a vencer tus malos hábitos y a limpiarte de pecado, para transportarte con él a las mansiones celestiales cuando Cristo venga por segunda vez. La Biblia dice esto en 1 Tesalonicenses 4:13 al 18 (DHH): “No queremos que se queden sin saber lo que pasa con los muertos, para que ustedes no se entristezcan como los otros, los que no tienen esperanza. Así como creemos que Jesús murió y resucitó, así también creemos que Dios va a resucitar con Jesús a los que murieron creyendo en él. Por esto les decimos a ustedes, como enseñanza del Señor, que nosotros, los que quedemos vivos hasta la venida del Señor, no nos adelantaremos a los que murieron. Porque se oirá una voz de mando, la voz de un arcángel y el sonido de la trompeta de Dios, y el Señor mismo bajará del cielo. Y los que murieron creyendo en Cristo, resucitarán primero; después, los que hayamos quedado vivos seremos llevados, juntamente con ellos, en las nubes, para encontrarnos con el Señor en el aire; y así estaremos con el Señor para siempre. Anímense, pues, unos a otros con estas palabras”.

Qué mensaje maravilloso. Nada, ni la muerte, impedirá que disfrutemos la vida eterna con Dios. Sueña en grande ahora y prepárate para el Cielo, porque proyectarse más allá del materialismo reinante también es vivir bien. 

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del cuarto trimestre de 2022.

¡Felicitaciones! No eres perfecto

¡Felicitaciones! No eres perfecto

¡Felicitaciones! No eres perfecto

¡No eres un producto ni una publicidad!

Parece contradictorio que alguien te felicite porque no eres perfecto. Pero no es irónico ni sarcástico, ¡es realmente es un elogio!

¿Por qué buscamos tanto ser perfectos? Básicamente, por la presión social, por los estereotipos, por nuestras inseguridades. Buscamos continuamente agradar a otros o a nosotros mismos, al punto que pensamos que debemos sí o sí hacer todo sin errores… o llegar a ser de tal o cual forma… o tener tales medidas o alcanzar tantos objetivos. 

Incluso, a veces la “perfección” se puede ver reflejada en aquellos a quienes uno admira. Quizá por su simpatía, por su manera de hablar, por cómo encaran las dificultades, por su atractivo físico, por la posición que ocupan, y la lista sería inagotable. Sin embargo, esas mismas personas pueden admirar a otros, y así la cadena continúa.

Intentar llegar a la perfección no es saludable. No me malentiendas: debemos buscar crecer diariamente, superarnos, alcanzar nuevas metas y ser mejores personas; pero también debemos comprender que somos seres humanos, con debilidades y flaquezas. Somos todos diferentes, y tenemos distintos desafíos, aspectos positivos y aspectos a mejorar. Si constantemente evaluamos nuestra vida con la perfección como regla, jamás seremos felices, porque nunca estaremos a la altura.

Es desgastante vivir así. Muchos se aíslan porque consideran que no encajarán jamás en un grupo de amigos; otros se autolesionan por no sentirse suficientemente atractivos. A pesar de que como sociedad hemos avanzado al hablar de los estereotipos, de las modas, de aquello que antes se creía que era el ideal, en el cerebro aún cuesta que esto encuentre lugar. 

Podemos hablar muchísimo sobre los peligros de los estereotipos y sobre la autoestima, y quizás incluso podemos aconsejar a otros; pero si esta lucha no la libramos a diario, seguramente estaremos vencidos.

Cuanto antes aceptes tus errores y tus límites, tus expectativas pueden tomar un rumbo más real. Cuando aceptas que no eres perfecto tienes la oportunidad de seguir creciendo, de avanzar, de darte la oportunidad de aprender cosas nuevas, de amarte, de ser tú mismo. Cuando aceptes esto dejarás de castigarte, de tratar de agradar a todos, de lograr las expectativas de otros o las tuyas propias. Las imaginaciones del corazón nublan la vista, y más cuando la mirada está fijada en uno. 

¿Cómo lograr esto? ¡No es nada sencillo! Es una lucha día a día, momento a momento. 

Primero, busca la ayuda de Dios, quien puede ayudarte. Luego, cuando te plantees expectativas, toma en cuenta tus talentos y tus límites; no intentes alcanzar estereotipos, no son reales. Tampoco busques ser otra persona: sé auténtico, sé tú mismo. 

Tercero, busca pensar en los errores como aspectos a mejorar. Siempre hay lugar para crecer, para aprender. No te castigues. Busca mirarte con cariño. Quizás haya características físicas o de personalidad que no te agraden, y a todos nos pasa; intenta buscar aquellas que sí te agraden y centra en ellas tu atención. De a poco, podrás mejorar o aceptar las otras. Y muchas veces, eso es lo que necesitamos.

En cuarto y último lugar, recuerda: no eres un producto ni una publicidad. Eres un ser humano. Eres una persona en proceso de avance y crecimiento continuo, tomado de la mano de Dios.  

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del cuarto trimestre de 2022.

Escrito por Jimena Valenzuela. Magíster en Resolución de Conflictos y capellana en el Instituto Adventista de Avellaneda, Bs. As., Argentina. @jime.valenzuela_