Ideas para trabajar Conexión 3T 2020

Ideas para trabajar Conexión 3T 2020

La revista es una buena alternativa que los docentes pueden utilizar para trabajar en clases con sus alumnos. De cada edición impresa se pueden extraer lecciones que impactarán la vida de los adolescentes y jóvenes. Compartimos ideas y proyectos para trabajar con la revista impresa del tercer trimestre de 2020.

Objetivos

  • Generar en los estudiantes el deseo de servir a Dios con los talentos que cada quien recibió.
  • Fomentar el análisis, la reflexión y la investigación a partir de las lecturas presentadas en la revista.
  • Reflexionar sobre los cambios que deben producirse en el estilo de vida para mantener una buena salud.
  • Reconocer las oportunidades que pueden generarse a partir de las situaciones difíciles que se tengan que enfrentar.
  • Adquirir una postura crítica frente a las lecciones de vida que se presentan en los temas basados en la Biblia.
¿Amigos o no?

¿Amigos o no?

¿Amigos o no?

En nuestro encuentro pasado hablamos sobre la amistad entre cristianos y no cristianos, y nos preguntamos si era posible o debería evitarse. A continuación, resumiremos algunos de los conssceptos que mencionamos:

  • La amistad es un camino de dos vías, donde la influencia es inevitable.
  • Los fariseos eligieron alejarse de las personas que consideraban malas para no ser influenciadas por ellas.
  • Jesús no fue así. Él no rechazaba a las personas por causa de sus pecados. Su amistad tenía un objetivo claro: acercarlas al Padre, restaurar en ellas la relación con el Cielo.

En otras palabras, y considerando lo anterior, debemos ser sabios al elegir nuestras amistades, pero también debemos considerar la misión que tenemos de ser luz del mundo y sal de la Tierra (Mat. 5:13, 14).

Jesús, en su oración al Padre, dijo que, si bien no somos del mundo, él no pedía que seamos sacados del mundo sino guardados de él (Juan 17:15-17). Jesús mismo fue cuestionado por algunas de las personas con las que se asociaba: cuando fue a la fiesta en casa de Leví Mateo (Mar. 2:15-17); con la mujer samaritana (Juan 4:27); cuando dejando a la multitud que lo seguía se fue a comer a casa de Zaqueo (Luc. 19:5-7); por mencionar algunos casos.

En cada ocasión, Jesús usó su amistad para influenciar de manera redentora a las personas con las que se relacionaba. Nuestra amistad, por el mismo principio de influencia, debe ser una bendición para nuestros amigos.

Pero eso solo será posible si somos amigos de acuerdo con la visión de Dios y no de la sociedad. ¿Cuáles son entonces las características de un amigo cristiano según la Palabra de Dios?

En primer lugar, como principal característica, está el amor incondicional. El amor es el impulso que lleva a todo lo demás. Pero hay dos tipos de amor diferentes:

Uno nos impulsa a acercar a las personas a Dios. Es un amor que:

  • Guía a sus amigos por el buen camino (Prov. 12:26).
  • No traiciona la confianza que le fue dada (Prov. 16:28).
  • Perdona las faltas y los errores de sus amigos, aunque estos se repitan (Prov. 17:9; Mat. 18:22).
  • No se aparta en los momentos difíciles (Prov. 17:17).
  • No es violento ni agresivo (Prov. 22:24, 25).
  • Escucha y aconseja (Prov. 27:9).
  • Ayuda a mejorar el carácter, confrontando las decisiones de sus amigos, advirtiéndoles claramente cuando algo está mal (Prov. 17:5, 6; 27:17).
  • Trata a los demás como espera ser tratado (Luc. 6:31).
  • Respeta las opiniones, las decisiones y las acciones (Rom. 12:10).
  • Ayuda a llevar las cargas, se involucra de forma real. No teme compartir sus alegrías ni su dolor (Gál. 6:2; Rom. 12:15).
  • Está dispuesto a dar su vida por sus amigos (Juan 15:13).
    Ama a sus amigos, incluso cuando estos se alejan de Dios (Job 6:14).
  • Ora por sus amigos (Efe. 1:15, 16).
  • Habla de Dios “a sus compañeros” (Mal. 3:16, NBV).
  • Este amor de un amigo es una influencia positiva que refleja el amor de Dios por las personas.

Lamentablemente, hay también otro tipo de “amor” que es destructivo. Elena de White lo expresa de la siguiente manera:

“Hay un elemento llamado amor que nos enseña a alabar y halagar a nuestros semejantes y a no decirles fielmente el peligro que corren, y a no amonestarlos y aconsejarlos para su bien. Este amor no proviene del Cielo. Nuestras palabras y nuestras acciones deberían ser serias y fervientes, especialmente ante los que descuidan la salvación de su alma […]. Si nos unimos con ellos en liviandad, vulgaridad y búsqueda del placer, o en cualquier hecho que desplace la seriedad de la mente, les estamos diciendo constantemente con nuestro ejemplo: ‘Paz, paz; no os perturbéis. No hay razón para que os alarméis’. Esto es como decirle al pecador: ‘Todo te saldrá bien’ ” (A fin de conocerle, ver cita online en su contexto).

Si tenemos una relación real con Cristo, si lo ponemos en primer lugar por medio de la oración y del estudio diario de su Palabra, entonces su amor se verá reflejado en todas nuestras amistades.

Tendremos un tipo de amor que no calla cuando ve a quienes ama en peligro. No tendremos vergüenza ni temor de hablarles de nuestra fe. Tampoco dejaremos de amarlos o ayudarlos en momentos de necesidad, incluso aunque ellos se distancien de nosotros por causa de nuestra fe.

Ese fue el ejemplo de Jesús.

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del tercer trimestre de 2020.

Escrito por Santiago Fornés, Lic. en Teología y capellán en el Instituto Adventista de Mar del Plata.

Ámsterdam 1928

Ámsterdam 1928

Ámsterdam 1928

Llenos de hitos históricos, estos juegos son recordados porque las mujeres compitieron por primera vez en atletismo y por el encendido del pebetero con la llama olímpica.

Entre el 17 de mayo y el 12 de agosto de 1928 se celebraron en Ámsterdam, Países Bajos, los IX Juegos Olímpicos (JJ.OO.). Participaron allí 2.883 atletas (2.606 hombres y 277 mujeres) de 46 países, compitiendo en 14 deportes y 109 especialidades.

Una historia de fuego

Sin duda, al mencionar la palabra “Juegos Olímpicos”, nuesta mente enlaza esta idea con dos cosas: las medallas y la antorcha.
Sí, la Llama Olímpica es uno de los símbolos distintivos de las Olimpíadas. El uso del fuego se remonta a la antigua Grecia, donde se mantenía un fuego ardiendo en las sedes de celebración de los Juegos Olímpicos Antiguos. El fuego fue reintroducido en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam 1928, y desde entonces ha sido parte fundamental de estos eventos.

Mujeres todo terreno

En los JJ.OO. de París en 1900, la participación femenina se limitó única y exclusivamente al golf y al tenis, pero de manera extraoficial. En 1908, en Londres, participaron 36 mujeres de un total de 2.008 atletas, y ya en competencias de tiro con arco, patinaje, vela, tenis y disciplinas con barcos a motor. En las Olimpíadas de 1912, en Estocolmo, las mujeres fueron admitidas (también extraoficialmente) en competencias de natación.

Después de la Primera Guerra Mundial, en los Juegos Olímpicos de 1920 en Amberes, por primera vez participan mujeres con reconocimiento oficial. Y en 1928, en Ámsterdam, se las incluye en la competencia máxima de los JJ.OO.: el atletismo. Además, aumenta considerablemente el número de atletas femeninas: 290 (el 10 por ciento del total).

Héroes olímpicos

Si hablamos de deportistas destacados en esta competencia, no es posible pasar por alto a dos atletas brillantes.

Uno es el finlandés Paavo Nurmi, quien cosechó tres medallas de oro en pruebas de fondo y medio fondo. Nurmi, conocido como el “finlandés volador”, estableció durante su vida de deportista 22 plusmarcas mundiales oficiales en distancias que van de los 1.500 metros a los 20 kilómetros, y ganó un total de 9 medallas de oro y 3 de plata en los 12 eventos olímpicos en los que participó.

Por otro lado, el estadounidense Johnny Weissmüller ganó 2 medallas de oro en natación libre y cosechó una de bronce en polo acuático. ¡Sí, además de nadar, era jugador de waterpolo! Durante toda su carrera, Weissmüller consiguió 5 medallas de oro olímpicas en natación, ganó 52 campeonatos nacionales de los Estados Unidos y estableció 67 récords mundiales. ¡Nunca perdió una competición en natación y se retiró de su carrera invicto! Si revisas cintas de filmes viejos, descubrirás que este nadador tiene cara conocida. Sí, ya retirado de las piscinas, se dedicó a la actuación y fue él quien personificó en el cine a Tarzán en 6 películas (entre 1932 y 1942).

Medallas para todos

En Ámsterdam 1928, deportistas de 28 naciones en total ganaron alguna medalla de oro, récord que no fue superado hasta 40 años después. El continente asiático obtuvo sus primeras preseas doradas gracias a los japoneses Mikio Oda, en triple salto, y Yoshiyuki Tsuruta, en 200 metros natación estilo pecho. Además, Chile obtuvo su primera medalla: fue en la prueba de maratón, donde Manuel Plaza ganó la presea de plata.

Otro dato curioso es que la realeza se hizo presente en lo más alto de un podio olímpico por primera vez. Esto se debe a que el príncipe Olaf de Noruega ganó el oro en las competencias de vela, en la especialidad de yate.

Por último, más allá del dato de color de la aparición por primera vez de la marca Adidas en un JJ. OO., es digno de destacar a la italiana Luigina Giavotti, quien con 11 años y 301 días se convirtió en la mujer más joven en ganar una medalla olímpica. Este récord no ha sido superado hasta hoy.

Luigina ganó la presea de plata en la competición por equipos de gimnasia artística. Más allá de esto, no podemos dejar de mencionar la juventud de las otras dos integrantes del equipo: Inés Vercesi y Carla Marangoni, ambas de 12 años.

Tu identidad te da vida

“Deseen con ansias la leche pura de la palabra, como niños recién nacidos. Así, por medio de ella, crecerán en su salvación” (1 Pedro 2:2, NVI).

Denominado el nuevo “D’Artagnan”, el húngaro Attila Petschauer fue uno de los mejores esgrimistas de las décadas de 1920 y 1930, tanto que en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam 1928 salió victorioso en sable, y se llevó la medalla de oro para su país. Algo similar ocurrió en los JJ.OO. de Los Ángeles, de 1932.

Sin embargo, en 1938 los judíos de Hungría comenzaban a sufrir las denominadas Leyes de Núremberg, dictadas por la Alemania nazi tres años atrás. Como Attila era campeón olímpico, había quedado exento de los trabajos forzados en los campos de concentración. La exención se atribuía por medio de un documento que portaba; documento que un día, infinitamente desafortunado, olvidó en su casa. La policía no lo reconoció, y lo trasladó a un campo de trabajo forzado ubicado, actualmente, en Ucrania.

Otros deportistas secuestrados lo reconocieron, por lo que la policía alemana lo utilizó como objeto de burla. Lo obligaron a trepar un árbol desnudo en pleno invierno y a imitar animales, hasta que lo lanzaron al agua helada para que nadara. Esto terminó causándole la muerte.

Como cristianos, olvidar nuestra identidad también puede ser trágico. Por eso, una buena manera de fortalecer nuestra identidad es alimentarnos de los nutrientes celestiales. El estudio profundo de la Palabra de Dios de manera personal nos brindará los componentes para vincularnos diariamente con Dios.

El apóstol Pablo amplía el concepto de Pedro. La “leche pura” es muy buena, pues representa los primeros pasos en la comunión devocional con Dios; pero llega un momento en el que cada persona debe decidir aumentar este conocimiento sobre su Creador pasando a comer “alimento sólido”, alimento espiritual que involucre nuevos conocimientos.

Salir a enfrentar el día sin haberse llenado de la Palabra viviente, ya sea porque el despertador no sonó o porque no te encuentras acostumbrado a realizar tu culto personal (o por la excusa que quieras), es salir a un campo de batalla sin armas ni chaleco antibalas, y con un letrero luminoso que dice: “Dispárenme, por favor”.

No te olvides de lo más importante: un campeón olímpico no puede ser descuidado; un campeón de Cristo, tampoco.

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del tercer trimestre de 2020.

Escrito por Leo Ottín Pechio, Lic. en Educación Física y guardavidas profesional.

Tocar el violín

Tocar el violín

Tocar el violín

Tengo trece años, y toco el violín desde los cuatro. Al principio no le presté nada de atención a este instrumento. No sentía que debía esforzarme para tocarlo. Por eso, en los primeros años no disfruté mucho de las clases ni de mis profesores. Es algo que te puede suceder.

Mi profesora me invitó a ir al Ensamble (banda de mi iglesia), donde fui siempre la más pequeña, y empecé a pasarla muy bien en los ensayos y en las presentaciones. Ahora estaba entendiendo que estudiar y practicar valía la pena.

Mientras más ensayaba y practicaba, todo me parecía más fácil. Allí, en la banda, aprendí muchas cosas: ¡Incluso aprendí sola a tocar en un cuarteto! Luego, debido a algunas bajas, terminé tocando como primer violín.

Hace dos años empecé a estudiar con un nuevo profesor; comencé a interesarme más en la música en general y a disfrutarla.

En el último año, me he animado a tocar partes especiales en otras iglesias adventistas y hoy me encanta alabar a Dios con mi violín.

¿Te gustaría tocar un instrumento? ¿Te gustaría tocar el violín? Bueno, si quieres empezar o retomar, te aconsejo que lo hagas con esfuerzo y muchas ganas. Aunque, claro, a veces hay que madurar personalmente para hacerle más caso a lo que dicen los profesores o aplicarse durante más tiempo, más allá de que algún día te falten las ganas.

En mi experiencia, te aseguro que vale la pena.

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del tercer trimestre de 2020.

Escrito por Coni Altamirano, integrante del Ensamble (banda de la Iglesia Adventista de Florida, Bs. As.)

El Cielo y los “no lugares”

El Cielo y los “no lugares”

El Cielo y los “no lugares”

¿Te sentiste alguna vez lejos de tu casa?

Fuertes bocinazos, frenos de aire, pitidos, olor a gasolina, luces de todos los colores y semáforos: son las características más típicas de las grandes ciudades. Los primeros quince años de mi vida me tocó residir en la ciudad de Buenos Aires (Argentina); para ese entonces, ya me había acostumbrado a este entorno.

Las grandes urbes están plagadas de lugares considerados como turísticos. Hay espacios que son elegidos para pasar el día o simplemente para disfrutar de una buena sesión de fotos. Muchos turistas pueden ser identificados por sus grandes cámaras fotográficas que cuelgan de sus cuellos y por acentos de todo tipo.

Pero también, en la ciudad, hay miles de personas que ya están acostumbradas a estos espacios. Se levantan a la misma hora todos los días sin ponerse de acuerdo. Suena el despertador a las seis o a las siete de la mañana y comienza la carrera para llegar al trabajo o a la escuela; la rutina suele ser la misma de lunes a viernes.

En el autobús, a veces, se ven las mismas caras de sueño; son casi todos conocidos sin conocerse realmente. Se hace el mismo recorrido de costumbre: el gran transporte de metal parece conocerlo de memoria. Se escucha algún ocasional “buen día”, que parece ser más un reflejo que un saludo. Casi en piloto automático, cientos de personas llegan al trabajo o a la escuela para comenzar con las actividades. Es de esperar que nadie perciba el paisaje gris de la ciudad.

Los “no lugares”

En las zonas urbanas, también hay ciertos lugares que no son precisamente lo que se podría llamar “turísticos”. Hay espacios en los que las personas generalmente no disfrutan estar; de hecho, si pueden evitarlos, mejor. Me imagino que nadie decide pasar un día entero disfrutando de hacer una fila para hacer un trámite o planea un pícnic en el autobús.

Marc Augé, un antropólogo francés, describe a estos espacios poco gratos como los “no lugares”. ¿Qué quiere decir con eso? Los llama de esta manera por tres características principales:

  1. No te sientes identificado con este espacio.
  2. No te representa para nada.
  3. La historia de tu vida no está unida a este espacio.

Para este autor, los “no lugares” son aquellos sitios en los que “nunca se está en casa”. ¿Te sentiste alguna vez lejos de tu casa?
Cada vez que me planteo la anterior pregunta, pienso en Cristo y en lo que significó su vida para toda la humanidad. Apenas puedo imaginarme estar 33 años lejos de casa. Jesús decidió abandonar su hogar, su lugar, para nacer en un espacio ajeno, extraño.

Sin embargo, él comprendía que era un espacio transitorio, de paso. Dios se hizo carne y habitó entre nosotros (Juan 1:14). Pero, su historia no termina ahí. El Evangelio de Juan nos recuerda qué es lo que Cristo está haciendo en este preciso momento: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros” (Juan 14:2).

Un lugar real

El cielo es real, y los espacios que frecuentamos en nuestro mundo finalmente se terminarán. Sin embargo, tal vez hoy veas al cielo como algo extraño y lejano. Quizá, para ti, se parezca más a un “no lugar” que a un espacio que en verdad existe.

Es el deseo de Dios que puedas sentirte identificado con la morada celestial que te está preparando; que las bendiciones del cielo puedan representarte y, al mismo tiempo, tú puedas representarlo en la Tierra; que puedas crear tu historia en el cielo desde tu caminar en este mundo y no solo vivir ensimismado sin disfrutar del paisaje.

Y recuerda, Cristo viene pronto y es su mayor anhelo compartir ese lugar especial contigo.

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del tercer trimestre de 2020.

Escrito por Nicolás Benítez Goncalvez, estudiante de Teología en la Universidad Adventista del Plata y de Comunicación Social en la Universidad Nacional de Paraná, Argentina.