Vuelo 2021

Vuelo 2021

Vuelo 2021

“No puedes tener un mejor mañana si estás pensando todo el tiempo en el ayer” (Charles Kettering).

Casi sin darnos cuenta aterrizamos en los últimos tres meses del año. ¿Qué tal estuvo el viaje? ¿Hubo turbulencias, no? ¿Las tormentas hicieron más lento tu camino, no es cierto? ¿Costó arrancar, no es así? ¿El cielo no estaba tan despejado, verdad?
“¡Ah! ¡Espera!”, me dirás. “¿Estamos hablando de volar? ¡Yo ni siquiera despegué! Realmente ha sido un año muy malo”. Puede ser. Todo puede ser este 2021 tan atípico que casi pareció ser un reflejo triste de 2020. Viajes cancelados, planes frustrados, encierros prolongados, iglesias cerradas, clases virtuales y… lo que tal vez fue más complicado: la distancia física con los amigos porque no hubo reuniones sociales y la separación física de seres queridos que pasaron al descanso por causa del virus.

Un jueves de noche de hace más de dos mil años, Jesús estaba por despegar hacia el cielo. En realidad, era un vuelo complicado: tenía una escala en el terrible aeropuerto del Getsemaní y de allí un viaje directo a la mismísima pista del Calvario: la más densa, la más oscura, la más tenebrosa… Este extraño vuelo implicaría que, luego de hundirse en las profundidades de un sepulcro, él resucitaría para ascender a las alturas y volver a estar con su Padre.

Pero antes, tenía cosas que hacer. Lejos de preocuparse por sí mismo, Jesús (lo hizo ayer, lo hace hoy) pensó en sus amigos. Ellos también tendrían que emprender un viaje. Habían volado horas y horas con él. Ya era tiempo de que aprendieran a surcar las nubes solos, sin su compañía física.

Por eso, Jesús invitó a cenar a sus discípulos y les habló. Mucho. La Biblia registra estos mensajes en cuatro capítulos maravillosos. Se trata de Juan 14 al 17. Se trata de las certeras palabras de un Amigo que se va, pero que deja al Espíritu Santo con sus amados. Se trata de las exactas palabras de un Salvador que se va, pero a preparar mansiones celestiales para regresar a buscar a los suyos. Se trata de las esperanzadoras palabras de un Rey que se va, pero que quiere tener una relación cercana, creciente y constante con nosotros, como el pámpano y la vid.

Sí, Juan 14 al 17 rebalsa de buenas noticias, alentadores consejos, vigorizantes promesas y gloriosas perspectivas. Hoy estos capítulos están disponibles para ti. Por medio de ellos, Dios quiere darte un nuevo pasaje a las alturas.

Es más, en este momento, está llamándote por tu nombre por los altoparlantes del aeropuerto.

Este artículo ha sido publicada en la edición impresa de Conexión 2.0 del cuarto trimestre de 2021.

Escrito por Pablo Ale, pastor, periodista y director de Conexión 2.0.

El cristiano y la comunidad LGTBQ+

El cristiano y la comunidad LGTBQ+

El cristiano y la comunidad LGTBQ+

Las personas lesbianas, gays y bisexuales forman hoy parte de nuestra sociedad. ¿Qué actitud debemos tomar como creyentes en la Biblia al respecto?

“¡Te vamos a matar por homosexual!” Sin dar más explicaciones que esa, una patota de ocho jóvenes atacó violentamente a golpes a Jonathan Castellari, de 25 años, que estaba con un amigo desayunando en un local de comidas rápidas. Sin piedad, lo dejaron inconsciente. Este hecho ocurrió en Buenos Aires, en diciembre de 2017 y se suma a otros en donde personas que han hecho pública su preferencia sexual no solo son discriminadas verbalmente, sino que sufren lesiones físicas.

El testimonio de Jonathan se suma a la triste experiencia vivida por muchos otros que, como él, sufren o han sufrido la burla, la discriminación y el prejuicio.

Por eso, antes de empezar a hablar de la comunidad LGTBQ+ quiero explicarte qué es y quiero dejar en claro que como cristianos nunca podemos apoyar la violencia, en cualquiera de sus formas. La elección sexual de una persona nunca debe conducirla a experimentar el desprecio o la discriminación de parte de aquellos que no acordamos con sus elecciones.

El término LGTBQ+ está formado por las siglas de las palabras Lesbiana, Gay, Transgénero, Transexual, Travesti, Bisexual y Queer (significa “extraño” o “poco usual”). Al final se suele añadir el símbolo + para incluir otras elecciones tal vez minoritarias que no están representados en las siglas anteriores.

Hay algo que sucede y debemos tener en cuenta: tristemente muchas personas están sufriendo persecución, discriminación y abuso por el hecho de identificarse con la comunidad LGTBQ+. Y aunque difiero totalmente de su estilo de vida, no estoy de acuerdo con que sean víctimas de la intolerancia y de la violencia. Creo que quienes pensamos diferente podemos tener alguna propuesta que va más allá para demostrar que las personas nos importan y que el evangelio que profesamos es real y práctico. Creo que el amor al prójimo se debe demostrar a través de un trato amable, bondadoso y firme respecto a nuestras convicciones, pero sin tener que aislar ni discriminar a nadie y mucho menos usar la violencia para mostrar nuestros puntos de vista.

Desde una perspectiva cristiana la violencia y la discriminación están fuera del discurso del evangelio de amor que presenta la Sagrada Escritura. El apóstol Pablo enseñó: “No paguen a nadie mal por mal. Procuren hacer lo bueno delante de todos. Hasta donde dependa de ustedes, hagan cuanto puedan por vivir en paz con todos. Queridos hermanos, no tomen venganza ustedes mismos, sino dejen que Dios sea quien castigue; porque la Escritura dice: ‘A mí me corresponde hacer justicia; yo pagaré, dice el Señor’. Y también: ‘Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; así harás que le arda la cara de vergüenza’. No te dejes vencer por el mal. Al contrario, vence con el bien el mal” (Rom. 12:17-21, DHH).

Una sociedad desequilibrada

Ahora bien. No podemos dejar de considerar que, en las redes sociales, en los principales servicios de contenidos digitales, en medios de comunicación y en la sociedad en sí, se percibe un alto grado de sensibilidad al tocar estos temas desde una perspectiva diferente a la que la tendencia nos propone. Pareciera que tenemos que aceptar las ideas y las propuestas de la comunidad LGTBQ+, sin tener la posibilidad de sentarnos a conversar estos temas, y que, aunque no lleguemos a estar de acuerdo, tengamos la libertad de pensar diferente, sin ser tildados de retrógrados, anticuados, discriminadores o propulsores del llamado “discurso de odio”. Menos aún, que se nos identifique con aquellos que hacen uso de la violencia y la homofobia.
Todo individuo debiera ser respetado por sus ideas y elecciones de vida, sin ser considerado con prejuicio o desprecio por esa elección. La madurez y equilibrio nos indica que todos tienen que tener la libertad de expresarse y la posibilidad de manifestar sus formas de vida sin ser considerados un enemigo.

Pero estamos viviendo en una era en dónde el péndulo está en desequilibrio y hemos pasado de un extremo a otro, de la intolerancia a la defensa ciega y al rechazo a todo aquello que esté en desacuerdo con los parámetros populares.
Así como no avalamos la violencia en cualquiera de sus formas contra la comunidad LGTBQ+, hay algo que también debe decirse. Existe una hipersensibilidad acerca de la discriminación y la homofobia y, en este sentido, muchas veces se persigue a quien tiene una postura diferente. Da la sensación que el hecho de identificarme como heterosexual y no estar de acuerdo con las personas que se autoperciben diferente me convierte en un opositor, enemigo u homofóbico. Por eso, suele suceder que quienes son objeto de acusación, persecución y escrache somos aquellos que afirmamos una postura diferente.

Como promulgamos la libertad de expresión debería respetarse a aquellos que no adherimos a una forma diferente de vivir la sexualidad fuera de lo natural. Quisiera que quienes tenemos este tipo de valores también fuéramos respetados por nuestras elecciones, que los jóvenes que creen en la verdad de la Biblia se sientan libres de expresar sus principios sin ser objeto de rechazo, burla o discriminación.

Si bien cada persona tiene la libertad de elegir su preferencia sexual (más allá de que esté de acuerdo o no con la Biblia) yo no tengo la obligación de aceptar esa visión de la otra persona. No puedo estar obligado a ver a un hombre como mujer si no lo es (o viceversa) porque esto atentaría contra mi libertad de pensamiento y expresión. Pareciera que cuando una persona se autopercibe de modo diferente a como naturalmente nació, los demás estamos obligados a reconocer esa elección. Esto no debería ser así. Puedo aceptar que es una elección del otro, pero no estoy obligado a creer que esa es la verdad, puesto que yo también tengo mis principios y espero que los demás también los acepten.

Volviendo al paradigma original

Cómo teólogo y pastor de jóvenes no puedo dejar pasar la oportunidad de compartirte la posición bíblica sobre la comunidad LGTBQ+. Antes debo recordar que lo dicho anteriormente forma parte de la visión que encuentro en el Libro Sagrado, la Biblia, respecto a cómo debemos tratar a las personas, no importa su condición y elecciones de vida. Que una persona elija lo contrario a lo que encuentro en la Biblia no me autoriza ni habilita a discriminar o a maltratar a nadie.

Existe una gran diferencia entre “amar a las personas”, y “estar de acuerdo con sus formas de vida”. Dios ama al pecador, pero odia el pecado. Claramente, Dios señala lo que es indebido y lo que va contra la naturaleza que ha creado para nuestra felicidad.

Como iglesia, reconocemos “que cada ser humano es valioso a la vista de Dios, y por eso buscamos ministrar a todos los hombres y mujeres en el espíritu de Jesús. Creemos también que, por la gracia de Dios y con el ánimo de la comunidad de fe, una persona puede vivir en armonía con los principios de la Palabra de Dios” (Declaraciones, orientaciones y otros documentos, p. 72).

Como dice el Génesis, la intimidad sexual es apropiada únicamente dentro de la relación matrimonial de un hombre y una mujer. Ese fue el designio establecido por Dios en la Creación: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Gén. 2:24). Este patrón heterosexual es afirmado a través de todas las Escrituras. La Biblia nunca aprueba la actividad o la relación homosexual.

Por otro lado, los actos sexuales realizados fuera del círculo de un matrimonio heterosexual están prohibidos (Lev. 20:7-21; Rom. 1:24-27; 1 Cor. 6:9-11). Jesucristo reafirmó el propósito de la creación divina cuando dijo: “¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto, el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne” (Mat. 19:4-6).

Por estas razones los adventistas nos oponemos a las prácticas y relaciones homosexuales; y nos empeñamos en seguir la instrucción y el ejemplo de Jesús. Él afirmó la dignidad de todos los seres humanos y extendió la mano compasivamente a las personas y familias que sufrían las consecuencias del pecado. Él ofreció un ministerio solícito y palabras de consuelo a las personas que luchaban, aunque diferenciaba su amor por los pecadores de sus claras enseñanzas sobre las prácticas pecadoras.

Como vemos, nuestras creencias están basadas en un evangelio que fundó alguien que dijo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Mat. 22:39).

Del clóset al sótano

¿Cuáles pueden ser las razones por las que un adolescente, joven o cualquier persona decida incursionar en el mundo LGTBQ+? Las respuestas pueden ser variadas dependiendo del enfoque con el que se quiera abordar el tema. Sin embargo, desde distintas áreas se pueden tener algunos puntos en común. Tal como lo indica Richard Cohen en su libro Comprender y sanar la homosexualidad.

En una entrevista brindada al diario El País, de Montevideo, declaró: “En 2008, la Asociación Norteamericana de Psicología dijo que, aunque existen muchas investigaciones sobre las posibles causas genéticas, biológicas u hormonales de la orientación sexual, no ha habido descubrimientos que les permitan a los científicos llegar a la conclusión de que la orientación sexual esté determinada por uno o varios factores particulares. La ciencia dice que la gente no nace gay”.

Definitivamente algo tan importante como es la identidad de una persona no es algo que debiéramos dejar al azar. La adquisición de ideas, filosofías de vida, costumbres y hábitos es fuertemente influenciada por el ambiente donde nos movemos. Pero de algo estamos convencidos: venimos a este mundo con un diseño, con un plan.

Desde esta perspectiva, vivir de una manera diferente a la natural es algo contrario al plan original de Dios. Definitivamente es pecado practicar la sexualidad fuera del plan original y la iglesia y Dios no me condenan, a menos que decida y elija vivir de ese modo, haciendo caso omiso a la orientación y ayuda que se me ofrece.

¿Es un pecado tener una tendencia homosexual? No. Así como no es pecado tener tendencia a otro tipo de actividades que la Biblia prohíbe. Lo pecaminoso es vivir practicando la sexualidad de un modo diferente al que Dios diseñó. ¿Por ello soy condenado y rechazado por Dios y la iglesia? ¡De ninguna manera! Todos tenemos algún defecto, tentación o lucha y si elegimos buscar la ayuda divina la encontraremos. El asunto es no darse por vencido y entender que no será fácil intentar vivir de modo obediente a los planes divinos. Alguien que esté con esta lucha debe encontrar ayuda en los ámbitos religiosos y no intolerancia, rechazo y discriminación.

“¿Es un pecado tener una tendencia homosexual?
No. Lo pecaminoso es vivir practicando la sexualidad de un modo diferente al que Dios diseñó”.

Prejuicio y machismo: actitudes que destruyen y alejan

Me enseñaron a pensar y ver la vida como “el macho alfa”, a que los niños no lloran, que se es hombre por el simple hecho de llevar los pantalones y que en casa las mujeres están siempre en la cocina. Ser débil era sinónimo de no ser hombre y mostrar las emociones no era algo bien visto.

Estaba en Panamá vendiendo libros para poder pagar la universidad. Iba de casa en casa. Y de pronto, ¡ocurrió! Nunca imaginé que me tocaría enfrentarme a una situación tan desagradable para mí en ese momento. Toqué el timbre en el salón de belleza y salió un muchacho alto, de tez negra. Estaba vestido con una minifalda y maquillado hasta más no poder. Mi primera impresión fue salir corriendo, pero la situación no me lo permitió y tuve que abordar a la persona con mi speech para vender mis libros. Mi presentación fue mala, muy mala… intencionalmente. En mi mente solo había una idea: irme y que no me comprara nada. Para mi sorpresa, ese muchacho me hizo un pedido.

Me fui mal, con la idea de haber traicionado mi formación. Pero no sabía que estaba por aprender una de las lecciones más importantes sobre tolerancia y aceptación de los demás. Tuve que llevar los libros e ir a cobrarlos, habré ido unas ocho veces y, en ese proceso parecía que me ocurría algo: estaba desensibilizando mi mente de los prejuicios y el rechazo.

Mi actitud homofóbica no me permitía entender que delante de mí había una gran posibilidad de ser testimonio de Dios y compartir con aquel joven la verdad que me hace feliz. Mi forma de ver las cosas me impedía mirar a las personas con una preferencia sexual diferente de una manera cristiana. ¿Y cuál es esa manera? Con amor y con un espíritu de ayuda para que puedan salir de esa situación.

Mi historia me había generado un gran prejuicio e, inclusive, a construir una actitud casi homofóbica. Pero el evangelio me devolvió la visión correcta. La Biblia me enseñó que, si bien no puedo aceptar ni justificar un estilo de vida alejado del plan divino, debo amar y ayudar a las personas que están en un camino errado. Debo tratar de llevarles a las personas un mensaje liberador, un mensaje de paz y de obediencia al plan original de pureza en la sexualidad que Dios diseñó para que seamos plenos y felices.

“La ciencia dice que la gente no nace gay”.

Y entonces ¿qué hago?

  1. Dios desea que trate a las personas LGTBQ+ con amor, sin prejuicios, que los acepte tal cual son pero que les ayude a darse cuenta de lo que está mal a fin de que puedan cambiar. No me es permitido el uso de la violencia en ninguna de sus formas para expresar mi desacuerdo con las elecciones de los demás.
  2. Dios ha diseñado un plan maravilloso para disfrutar nuestras vidas en todo aspecto y darnos felicidad, y eso incluye la sexualidad. Alterarlo implica perder nuestra posibilidad ser plenamente felices.
  3. El hecho de que acepte a las personas tal cual son no significa que estoy impedido de señalarles el camino y la verdad. Es mi deber como cristiano llevarlos a Cristo, quien los recibirá con amor y hará una obra de transformación en sus vidas.

De aquella experiencia en Panamá pude aprender que Dios nos colocará en circunstancias que nos permitan abrir nuestra mente y corazón a la realidad de quienes necesiten escuchar su voz. Terminé aquellas visitas y dejé algunos libros que hablaban del amor de Dios. Espero que esa semilla, en algún momento, dé sus frutos.

 Este artículo ha sido publicada en la edición impresa de Conexión 2.0 del cuarto trimestre de 2021.

Escrito por Clayton Hernández, capellán en el Instituto Superior Adventista de Misiones (ISAM). Nació en Guatemala, pero trabaja en Argentina como pastor desde hace varios años. Es fan del Club de Conquistadores y le encanta coleccionar objetos relacionados al Club.

Money, money, money

Money, money, money

Money, money, money

Aunque sabemos que el dinero no trae la felicidad, tenemos la responsabilidad de cuidarlo, invertirlo bien y hacerlo rendir.

Seguramente conoces a un amigo que es un gran consumidor. Ropa, alimentos, celulares, relojes… Nada escapa de su órbita. Y estos tiempos de compras online han acrecentado su hábito de comprar más y más. Pero, sin dudas, también conoces a ese amigo que se destaca por el ahorro, que cuida sus recursos y cuando gasta, lo hace con equilibrio.

No importa si tienes mucho o poco dinero. Importa qué es lo que haces con él. Por eso aquí te dejamos algunas ayudas.

Checklist para administrar mejor tu dinero

  • Elabora un presupuesto: Esto es el cimiento de las finanzas personales y empresariales; y consta de tres partes: Ingresos, gastos y ahorros.
  • Ten un registro financiero: Esto nos indicará qué pasó con el dinero y será un punto de referencia para evaluar futuras proyecciones. Puedes usar una planilla de Excel o alguna de las muchas aplicaciones electrónicas para tener un control de tus finanzas.
  • Ahorra: “El ahorro es la base de una fortuna”, dice el refrán popular. Y es cierto. El ahorro, además, te permitirá generar fondos que solventarán emergencias imprevistas o nuevas inversiones.
  • Paga al contado: Además de poder obtener ciertos descuentos por hacerlo, esto te lleva a comprar algo solo cuando tengas el dinero para hacerlo.
  • Evita usar la tarjeta de crédito: Esto no quiere decir que no deberías usarla nunca; pero recuerda que al usar este tipo de pago estás gastando dinero que aún no tienes. Si la usas, evita pagar en cuotas con intereses y siempre realiza el pago total, nunca el mínimo.
  • Devuelve a Dios el 10% de tus ingresos: La Biblia es clara al respecto. Si eres fiel al devolver el diezmo y dar ofrendas, Dios te bendecirá. Consulta a tu capellán o líder JA para saber más sobre este tema.

Este artículo ha sido publicado en la edición impresa de Conexión 2.0 del cuarto trimestre de 2021.

¡No vale perrito guardián!

¡No vale perrito guardián!

¡No vale perrito guardián!

Tal vez, Dios valora mucho más nuestra valentía que nuestra eficacia.

Resulta que jugar a “la escondida” nos enseñó más de lo que creíamos. El juego era realmente divertido si al que le tocaba contar recorría el parque o el patio entero buscando a sus compañeros, pero no lo era si se quedaba parado al lado de la pared, vigilándola cual can. Por eso, todos los niños sabíamos una regla básica de “la escondida”: “¡No vale perrito guardián!”.

Obviamente, alejarse de la pared (también llamada “la piedra”) implicaba correr riesgos. Alguien podía correr más rápido que el buscador, tocar la pared y declarar: “Piedra libre para todos mis compañeros”. Si esto sucedía, le tocaría contar de nuevo. Sin embargo, en la vida –como en el juego de “la escondida”–, las cosas se ponen más interesantes cuando estamos dispuestos a correr ciertos riesgos.

Dios no espera que elijamos siempre la opción más segura en términos humanos. ¡No sé de donde sacamos esta idea! El siervo malo de la parábola cavó un pozo y enterró el dinero que había recibido. Aunque esta opción garantizaba que no perdería ni una sola moneda, al regresar su señor le dijo: “Siervo malo y negligente” (Mat. 25:25). ¿Alguna vez te preguntaste por qué el siervo decidió no correr ningún riesgo? De acuerdo con sus propias palabras, actuó motivado por el miedo que sentía de su señor (Mat. 25:24, 25).

Como dice el autor estadounidense John Eldredge: “La cantidad de riesgos que estás dispuesto a correr en tu vida es reflejo directo de lo que piensas acerca de Dios”. Así que, te pregunto: ¿qué imagen tienes acerca de Dios? Si en el fondo crees que Dios es severo o tacaño, vas a sentir una gran aversión al riesgo, como el siervo de la parábola. Sin embargo, ¿qué sucedería si realmente comprendiéramos la profundidad de la generosidad de Dios y los riesgos que toma por amor a nosotros?

Dios nos creó libres, con la posibilidad de rechazarlo. Cuando pecamos, corrió un enorme riesgo al enviar a Jesús. Jesús tampoco se aferró a su divinidad como a una manta de seguridad, sino que se humilló a sí mismo, siendo vulnerable y obediente hasta la muerte en la cruz (Fil. 2:6-8). Por amor, Dios no economiza en riesgos. Él no está calculando qué es lo menos que puede hacer para salvarnos; sino que, con una generosidad y un abandono completo, vuelca el cielo para bendecir a la Tierra. ¡Así es Dios y fuimos creados a su imagen! Debemos tomar riesgos sabios por la causa de Dios. Cederle terreno al perfeccionismo nos inmoviliza y esclaviza. Pero, ¿y si resulta que Dios valora mucho más nuestra valentía que nuestra eficacia? ¿Qué tal si correr riesgos, avanzando por fe (teniendo presente que podemos equivocarnos), es justamente lo que nos lleva a permanecer dependientes de Dios?

Después de andar por el desierto por cerca de tres años, los israelitas atisbaron Canaán. ¡Ya casi podían tocar la tierra prometida con las puntas de los dedos! Para planear la conquista, enviaron doce espías a reconocer la tierra. Sin embargo, al regresar, diez de ellos los convencieron de que avanzar no era seguro. El pueblo de Israel idolatraba a tal punto esa “seguridad” que inclusive quisieron buscar a un nuevo líder que los llevara de vuelta a Egipto (Núm. 14:3). ¡Preferían la esclavitud de lo conocido al riesgo de lo desconocido! En Cades Barnea su cobardía y rebeldía selló su destino. Todos ellos, a excepción de Josué y Caleb, morirían sin entrar en la tierra prometida. ¡La nación entera malgastaría cuarenta años vagando por el desierto! “¿Qué sucede cuando el pueblo de Dios no escapa del cautivante encanto de la seguridad? ¿Qué sucede si intentan vivir sus vidas en el espejismo de la seguridad? La respuesta es: vidas malgastadas”, escribió John Piper. “El pueblo estaba borracho del sueño de la seguridad mundanal. E intentaron apedrear a Josué y a Caleb. El resultado fueron miles de vidas y años malgastados”.

No podemos vivir vidas plenas, siguiendo a Jesús, sin correr riesgo alguno (Luc. 14:25-33). Por supuesto, no se trata de ser temerarios, ni de tener complejo de héroes; sino de comprender que en la fe y en el amor siempre correremos riesgos. Peor que equivocarse, es nunca intentar. Mucho peor que fracasar es llegar al borde de la tierra prometida, allí donde casi podemos alcanzar nuestros sueños, y no animarse a avanzar. La verdadera seguridad no es la ausencia de peligro, sino la presencia de Jesús. Por eso, recuerda: ¡no vale perrito guardián!

 Este artículo ha sido publicado en la edición impresa de Conexión 2.0 del cuarto trimestre de 2021.

Escrito por Vanesa Pizzuto, Lic. en Comunicación y escritora. Es argentina, pero vive y trabaja en Londres.

Tuve relaciones sexuales: ¿Y ahora qué?

Tuve relaciones sexuales: ¿Y ahora qué?

Tuve relaciones sexuales: ¿Y ahora qué?

¿Puedo ser puro a pesar de haber desobedecido en el pasado?

En el ámbito de jóvenes cristianos la pureza y la virginidad son ideales a alcanzar. Pero muchas veces uno se cuestiona por qué esto es algo tan importante. Cuando tienes relaciones sexuales al parecer nada cambia. Físicamente no hay modificaciones notables, pero tu mente nunca vuelve a ser la misma. Y allí llegamos al punto importante.

Las cosas como son

En 1 Corintios 6:18 la Palabra de Dios dice que el acto sexual antes del matrimonio o fuera de él es pecado. No es un consejo, es un principio. Y no es algo arbitrario, es por amor.

Para Dios, tu virginidad no es tan importante como tu pureza. Puedes no ser virgen, pero si tomas una decisión a tiempo, nunca es tarde para que Dios te haga puro.

Mientras tanto, no voy a engañarte con el discurso de que tener relaciones sexuales antes del matrimonio no trae problemas. Tampoco debemos olvidar que Dios siempre presenta una solución. Toda transgresión tiene una consecuencia que Dios no puede evitarte, pero sí puede ayudarte a atravesar. ¿Hay una condición? Sí, siempre. Una vez que reconocemos que lo que hacemos no es correcto, comienza el proceso de abandonar aquello que nos aparta de Dios. Tiene que haber una obediencia que manifieste tu fe en la Palabra de Dios y en sus mandatos que prometen bendición.

Es importante tener en cuenta que cuanto más tiempo tardes en arrancar radicalmente todo lo que te asocia con tu vida sexual pasada entonces peores consecuencias tendrás que experimentar.

¿Por qué el sexo prematrimonial te hace daño?

Algunas razones, entre otras, son:

Razones emocionales: Te apegas a esa persona generando codependencia. Una vez que hubo sexo, están tan íntimamente relacionados que, al faltar el compromiso de un matrimonio, temen perderse y eso los lleva a tener pensamientos persecutorios de que les faltará el otro.

Razones psicológicas: Tales como culpa, ansiedad, depresión, irritación, autoreproche y baja autoestima.

Razones vinculares: Tales como celos, desconfianza en el otro, falta de comunicación, incapacidad para resolver conflictos, abuso y maltrato.

Razones espirituales: Dios no se aparta de ti, pero estar practicando lo que le desagrada te aparta de él. Le hablas y no escuchas su voz, no porque no responda sino porque tu pecado levanta una brecha entre ambos. El sexo es una representación de la intimidad que tienes con Dios, si practicas esa intimidad de forma inmoral, tu relación con Dios inevitablemente se ve afectada.

Razones físicas: Tales como enfermedades de transmisión sexual, impotencia sexual, eyaculación precoz, inhibición del deseo, frigidez y embarazos no deseado.

¿Es posible revertir estas? Sí. No todas, no en todos los casos, pero sí. El pensamiento de alguien que tuvo sexo ahora está más sexualizado, y se requiere un mayor esfuerzo para dominar el impulso sexual. Primordialmente debes saber que el mejor momento para cambiar es hoy. No lo olvides: el día de tu salvación es hoy. Sin dudas para esto se requiere una entrega total y absoluta de la vida a Dios, hay que arrancar toda práctica o conducta por inofensiva que parezca que nos desmoralice.

La frustración que da el hecho de querer hacer lo correcto, pero tender a hacer lo que sabemos que está mal llega cuando invertimos todo nuestro esfuerzo en producir los frutos del Espíritu sin la ayuda de Cristo. En realidad, nuestro esmero debe estar depositado en quitar los obstáculos que impiden que el Espíritu Santo haga su obra en cada uno de nosotros. No desesperes, pero no esperes que Dios haga la parte que te toca cambiar.

Un pacto de pureza

Si tal vez ya perdiste tu virginidad, quiero decirte que puedes resolver tener pureza. Esto es algo que va mucho más allá de una mera relación sexual. Abarca todos tus pensamientos y todo tu ser. Renueva ahora tu pacto de pureza sexual con Dios. No desistas porque el plan que Dios tiene para ti es mucho mejor que lo que te imaginas.

Cuando Cristo reine en tu vida, cuando te entregues a él sin medidas, te confieses y le pidas que te restaure, entonces la pureza será una consecuencia que llegará en el mismo momento en que dejes tu voluntad para realizar la voluntad de Dios en ti.
La pureza es una virtud que solo Dios puede darnos, y alcanza todas las áreas de la vida, incluida la sexual. Empieza en la mente, y nos hace incapaces de participar de cualquier cosa que sea inmoral. La persona pura depende de Jesús, no quiere desagradarle, desea cuidar su templo, absteniéndose de cualquier cosa que manche su pensamiento y degrade su conducta.

La sexualidad es un diseño perfecto, fue creada para glorificar a Dios y servir al otro. El plan de Dios es que aprendamos a ser abnegados y dominar la pasión, para ser capaces de cumplir su propósito: sexualmente plenos y espiritualmente consagrados.

Si no eres virgen, ponte a cuentas con Dios, a pesar de haber desobedecido en el pasado, puedes serle fiel en el presente. Si no eres puro, puedes serlo en Cristo. Confiésate en su presencia, y tus pecados serán emblanquecidos.

Si quieres ganar la vida que Dios ha preparado para ti, debes renunciar a todo lo que hoy te gusta pero te está destruyendo. Cristo te dará mejores cosas de las que puedes imaginar. Estás a tiempo de cambiar. Tu historia puede tener final feliz. Dios es poderoso para hacer mucho más de lo que puedes pedir o imaginar (Efe. 3:20).

Este artículo ha sido publicada en la edición impresa de Conexión 2.0 del cuarto trimestre de 2021.

Escrito por Vicky Fleck, estudiante de psicología en la Universidad Nacional de Córdoba y miembro de la Iglesia Adventista de Córdoba Centro, Argentina.