La cadena del elefante

La cadena del elefante

La cadena del elefante

Un componente vital para cuidar y mejorar tu salud emocional es la alegría. ¿Qué hacer para obtenerla y conservarla?

Los cuidadores de los zoológicos suelen atar a los elefantes adultos con una cadena de metal a una delgada estaca de madera clavada en el suelo. El elefante, que puede pesar en su edad adulta unos cinco mil kilos, podría romper la cadena y escaparse sin esfuerzo. Pero, no lo hace; ni siquiera lo intenta. ¿Por qué? Porque cuando el elefante era pequeño, los domadores utilizaban los mismos métodos. En ese momento, una cadena y una simple estaca en el suelo podían retener al elefante e impedir que este pudiera escapar por más que se esforzara.

Al crecer, el elefante asumió que era imposible romper la cadena que lo ataba, pues anteriormente no pudo hacerlo. Cuando ahora el elefante ve esa cadena, recuerda lo que aprendió en sus primeros años. No es cierto que hoy no pueda escapar; pero no importa que sea cierto o no, importa que él cree que no puede escapar.

A lo largo de nuestra vida, diversas experiencias nos han ido formando. Para bien o para mal, hemos aprendido mucho acerca de múltiples cosas. Si nuestro entorno nos ha enseñado que estamos atados a ciertas cadenas, por mucho potencial que tengamos, nunca nos decidiremos a intentar romperlas. En nuestra vida, esas cadenas del elefante representan nuestras creencias o actitudes autolimitantes, que nos frenan.

Estas experiencias del pasado pueden ser rechazos, fracasos o situaciones traumáticas. Tal vez sean mucho más poderosas que simples cadenas. Pero Dios nos creó para ser libres y para superarnos constantemente. No tenemos por qué atarnos. Cuidar nuestra salud emocional es vital para lograr esto.

7 beneficios de la risa

Desde luego, nadie espera o cree que en la vida solo obtendremos situaciones divertidas y que todo será risas. No. Sin embargo, a veces no valoramos la importancia que la risa tiene para nuestra salud mental.

Estadísticamente, en promedio, un niño menor de tres años se ríe más de cien veces al día. ¿Y un adulto? En promedio, solo ríe quince veces. Debemos tratar de superar esa media, ya que la risa trae grandes beneficios a nuestro organismo:

  1. Ejercicio: Con cada carcajada, se ponen en marcha cerca de cuatrocientos músculos, incluidos algunos del estómago que solo se pueden ejercitar con la risa.
  2. Limpieza: La carcajada hace vibrar la cabeza y se despejan la nariz y el oído. Además, se elimina toxinas, porque con el movimiento el diafragma produce un masaje interno, que facilita la digestión y ayuda a reducir  las sustancias tóxicas.
  3. Oxigenación: Gracias a la risa, entra el doble de aire en los pulmones, posibilitando que los órganos y la piel se oxigenen más.
  4. Analgésico: Durante el acto de reír se liberan endorfinas, los sedantes naturales del cerebro, similares a la morfina. De ahí que se utilice para terapias de convalecencia que requieren una movilización rápida del sistema inmunitario.
  5. Rejuvenecimiento: Reírse rejuvenece, ya que estira y estimula los músculos de la cara. Tiene, además, un efecto tonificante y antiarrugas.
  6. Dulces sueños: La risa genera una sana fatiga, que elimina el insomnio.
  7. ¡Adiós, estrés!: Con la risa, se liberan ciertas hormonas (endorfinas y adrenalina) que elevan el tono vital y nos hacen sentir más bienestar.

¿Qué dijeron sobre la alegría estos grandes pensadores?

  • “Si exagerásemos nuestras alegrías, como hacemos con nuestras tristezas, nuestros problemas perderían importancia” (Anatole France, escritor francés).
  • “Los mejores médicos del mundo son: el doctor dieta, el doctor reposo y el doctor alegría” (Jonathan Swift, político y escritor irlandés).
  • “¡Cuán bueno hace al hombre la dicha! ¡La alegría es contagiosa! (Fiodor Dostoievski, novelista ruso).
  • “No existe nada en el mundo tan irresistiblemente contagioso como la risa y el buen humor” (Charles Dickens, escritor británico).
  • “La alegría ha sido llamada el buen tiempo del corazón” (Samuel Smiles, escritor y reformista escocés).

Aumentando la alegría

Así como entrenas tus músculos en un gimnasio o practicas un deporte para jugarlo mejor, la alegría, como el resto de las emociones, puede fomentarse usando simples técnicas. Prueba con estas:

  1. Analiza lo que te agrada: Tienes que conocer qué actividades sanas te resultan más placenteras, ya sea leer en la comodidad de tu hogar o salir a caminar al aire libre. Debes identificar qué cosas te hacen más feliz y dónde encuentras alivio para tu estrés. Algunos lo hacen tocando un instrumento, otros armando rompecabezas y otros jugando al fútbol. Cuando lo tengas en claro, practica esta actividad dos o tres veces por semana.
  2. Aprende a pensar de manera positiva: Sí, desde luego que esto no es tarea sencilla. Pero, si pensamos esto, ya no estamos cumpliendo la consigna. Si está lloviendo, no te quejes por el sol que no alumbra, celebra que las plantas están recibiendo agua. Cambia tu manera de ver las cosas y las situaciones. Te sorprenderás de cuántas miradas positivas eres capaz de tener, aun en medio de contextos complejos. 
  3. Transforma tus caídas: Desde luego, hay distintos grados de situaciones. La clave es aprender de ellas. Recuerda el refrán popular: “Nunca pierdo. O gano o aprendo”. Trata de extraer alguna lección de vida de tus derrotas. 
  4. Piensa en soluciones, no en problemas: Madurar también implica tomar cuenta de una situación y dedicar tiempo a solucionarla, más que a quejarse. Piensa y sé creativo. Hay muchos más caminos al éxito de lo que te imaginas.
  5. Ayuda a los demás y comparte la alegría: No fuimos creados por Dios para vivir de manera egoísta. Servir a otros es una fuente de felicidad. Busca un lugar para trabajar de manera comunitaria e intégrate a las actividades misioneras de tu iglesia o tu escuela. Cuanto más servicio y alegría brindes, más recibirás. 
  6. Pide ayuda y escoge bien tus compañías: Nadie se las sabe todas. No es errado solicitar a alguien que nos ayude a ser más alegres y optimistas. Esto también se relaciona con el tipo de amigos que tienes o las personas con las que te relacionas. Si están quejándose todo el tiempo y lamentando sus penas, es señal de que debes pensar en buscar la compañía de aquellos que también, como tú, procuran la alegría.
  7. Busca a Dios: Puedes hacer de cualquier cosa o persona la fuente de tu alegría. Pero la verdadera base o cimiento está en tu Creador. Si tienes y mantienes una relación con él, tendrás felicidad. Así lo expresa el Salmo 16:11 (DHH): “Me mostrarás el camino de la vida. Hay gran alegría en tu presencia; hay dicha eterna junto a ti”. Y así lo dice Elena de White: “Aquellos para quienes Dios es lo primero, lo último y lo mejor son las personas más felices del mundo” (Mensajes para los jóvenes, p. 34).

No mires tus cadenas. Mírate al espejo y sonríete. Recuerda que con alegría puedes cuidar tu salud emocional, y eso es vivir bien.

La alegría según Salomón

  • “La esperanza de los justos es alegría; mas la esperanza de los impíos perecerá” (Prov. 10:28).
  • Engaño hay en el corazón de los que piensan el mal; pero alegría en el de los que piensan el bien” (Prov. 12:20).
  • El deseo cumplido es causa de alegría” (Prov. 13:19, DHH).
  • El corazón alegre hermosea el rostro; mas por el dolor del corazón el espíritu se abate” (Prov. 15:13).
  • El corazón alegre constituye buen remedio; mas el espíritu triste seca los huesos” (Prov. 17:22).

Este artículo es una adaptación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del segundo trimestre de 2022.

Los peligros del cutting

Los peligros del cutting

Los peligros del cutting

 Qué hacer cuando todo explota?

Volví a lastimarme”.

“Me corté”.

“Lo hago sin darme cuenta”.

“No me duele”.

“Es mejor esto que estar llorando”.

En el artículo anterior hablamos acerca de cuando las emociones nos sobrepasan, cuando nos cuesta manejarlas, cuando las situaciones que vivimos nos llevan a explotar, de distintas maneras.

Existen muchos mecanismos de escape, algunos beneficiosos, como el ejercicio; y otros no tanto, como las fotos que muestran más de lo que deben mostrar, las publicaciones donde sacamos a la luz todo lo que nos pasa, las redes sociales, o estar hasta alta horas “navegando” en Internet.

Una de las formas de explotar, de mostrar que no podemos más, es causándonos dolor. Ese dolor puede ser en el nivel emocional: miramos alguna película o serie, o escuchamos una canción que nos haga sentir tristes, que nos lleve a llorar, a pensar en aquello que estamos viviendo, y con la excusa perfecta del argumento de la serie, película o canción, lloramos. 

En otras ocasiones, “calmamos” el dolor a través de la comida, algo rico, algo dulce o salado; depende de nuestros gustos. Buscamos comer para saciar esa ansiedad que sentimos por no poder manejar lo que está pasando en nuestra vida. Simplemente, queremos disfrutar de un momento. Comemos y comemos. 

También, el dormir es una manera de acallar los pensamientos. Cuando dormimos, no pensamos; nuestra mente está en paz; ya nada cruza por nuestra cabeza. Podemos descansar. El problema pueden ser las horas que dedicamos a dormir.

Una de las maneras de “olvidar” lo que está sucediendo es la autolesión concreta. En el año 2018, un artículo de María Ayuso afirmaba “Si bien no hay cifras oficiales sobre la cantidad de casos, los especialistas –psiquiatras, psicólogos y expertos en trastornos de la alimentación– advierten que en los últimos años aumentó considerablemente el número de quienes recurren al cutting, una conducta riesgosa y compulsiva que busca liberar emociones intensas o disminuir el estrés mediante autolesiones cortantes. Cuando la angustia y el dolor psíquico son tan fuertes, el dolor físico, más concreto e intencionalmente provocado, es usado como distractor” (diario La Nación, 23 de abril de 2018). 

A veces, el dolor físico es un distractor. La autolesión no busca quitar la vida, la finalidad no es el suicidio sino “olvidarse” por un momento del dolor emocional que se está sintiendo. Así como comer, dormir, llorar, el cutting busca aliviar lo que estamos pasando. Pero es mucho más peligroso que los demás. 

Muchos recurren a las autolesiones como una novedad, por curiosidad, para saber qué se siente; otros lo hacen porque quieren sentir alivio. Sea como fuere, llega un momento en que quedan atrapados, quedan sometidos en sus redes. Aquello que comenzó como un juego, como una distracción, se transforma en una necesidad, incluso compulsiva. Y, sin darse cuenta, puede llevar a un suicidio no intencionado.

Tal vez, en el momento te genere alivio, quizá te sirva para sentirte libre de aquellas emociones que están oprimiendo tu mente, pero no es la solución, nunca lo será. Solamente estás evitando momentáneamente lo inevitable: enfrentar la realidad. Cortarte, lastimarte, autolesionarte, maltratar tu cuerpo, buscar maneras de sentir dolor físico, no será jamás la solución para no explotar. Simplemente, estás sumando algo más de dolor a tu vida. 

La solución siempre será Dios. Siempre. Y él nos enseña algunas pautas más para salir adelante:

  • Habla de lo que te pasa. No te guardes tus emociones ni las encierres.
  • Sé paciente contigo mismo y sé comprensivo con tus errores. No eres perfecto.
  • Anímate a expresar tus opiniones, a decir lo que piensas y a ser tú mismo.
  • Busca ayuda si hay algo no estás pudiendo manejar y si hay algo que te causa dolor. Si por algún motivo la situación te está desbordando, acude en busca de apoyo.

Este artículo es una adaptación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del segundo trimestre de 2022.

Escrito por Jimena Valenzuela, Magíster en Resolución de Conflictos y capellana en el Instituto Adventista de Avellaneda, Bs. As., Argentina.

Hola

Hola

Hola

Reflexiones sobre el olvidado arte de escuchar al otro.

Un versículo con tan pocas palabras como 1 Tesalonicenses 5:21 puede dejarnos una lección con muchas más, y ayudarnos en nuestra carrera espiritual. “Examinadlo todo y retened lo bueno”. Corto y simple.

He aplicado este versículo en muchas ocasiones, especialmente cuando debo escuchar a las personas. Escuchar es un don que considero que Dios me ha otorgado, y son mis padres a los que más he tenido que escuchar y a los cuales debo mis palabras.

No solo nosotros mismos saldremos beneficiados por el acto de escuchar; sino también la persona que está siendo oída. Esto es algo muy importante que he aprendido: debemos estar atentos a las personas que están a nuestro alrededor, saber cuáles son sus necesidades, sueños, metas y tristezas. 

De lo que me ha tocado aprender, este principio es uno de mis favoritos. Y quizá pueda parecer un principio pequeño, pero claramente no lo es. Nuestra naturaleza humana y social nos dicta que necesitamos ser escuchados y apreciados; nos ayuda a crecer justo en lo que hace falta y a deshacernos del ruido que el pecado ha generado en nuestra vida.

La comunicación y el servicio

La comunicación con nuestro prójimo es una parte muy importante en lo que respecta a servir, y es una herramienta excelente para aquellos que buscamos ser dirigentes dentro de nuestra iglesia. No debemos tener miedo de hablar si nuestras palabras harán que nuestro ministerio crezca. Perder la vergüenza y el miedo no es un asunto fácil, pero tenemos en nuestras manos la herramienta más poderosa: la oración.

Aprender a escuchar y a comunicarse ciertamente hizo que mi relación con Dios, con mi familia y con mis amigos haya crecido.

Dios es amor y quiere vernos crecer juntos, con nuestros ministerios, nuestras familias, nuestras carreras universitarias. Él quiere construir con nosotros ese futuro que tanto tiempo ha pasado planificando. 

¿Te imaginas cuántas palabras debe escuchar Dios por día? ¡En cuántos idiomas! ¡Qué Dios maravilloso! Algunas de esas palabras, espero que varias, son nuestras. Y son únicas y personales. Las veces que nos reímos, las veces que lloramos, que nos quejamos, y las que agradecemos… cada letra y frase son oídas atentamente.

Una buena comunicación siempre se logra de a dos. ¿Estás dispuesto a aprender a escuchar su voz?

Beneficios de aprender a escuchar

1-Nos permite asimilar conocimientos: No solo conoceremos más datos  sino también cómo piensan y sienten las personas que nos rodean.

2-Nos acerca a las personas: Es clave ver los puntos de vista del otro y tratar de entender las situaciones que está viviendo. Así, no nos concentraremos solo en nosotros mismos.

3-Implica madurez y nos libera del egoísmo: Tú solo no eres el protagonista central. En una familia, iglesia o escuela, debes saber que hay otros intereses y sueños, no solo los tuyos.

4-Es también una forma de predicar: Siempre pensamos que debemos comunicar el mensaje de salvación de la Biblia; y es correcto, debemos hacer eso. Pero, en ciertas ocasiones podemos testificar prestando nuestro oído a quien lo necesita. Recuerda el consejo de Santiago (1:19, NVI): “Tengan presente esto: Todos deben estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse”.

Dios, el mejor «escuchador» de todos

“Esta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que, si pedimos conforme a su voluntad, él nos oye” (1 Juan 5:4, NVI). 

“Yo amo al Señor porque él escucha mi voz suplicante. Por cuanto él inclina a mí su oído, lo invocaré toda mi vida” (Sal. 116:1, 2, NVI).

“Los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos, atentos a sus oraciones” (Sal. 34:15, NVI).

Este artículo es una adaptación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del segundo trimestre de 2022.

Escrito por Brenda Carranza, estudiante de Letras Modernas y miembro de la Iglesia Adventista de Alta Gracia, Córdoba, Argentina.

México DF

México DF

México DF

Mientras viajábamos con mis hermanos por México, hicimos una primera escala en la capital del país: México DF. En esa oportunidad, visitamos el Jardín Botánico del bosque de Chapultepec. Allí se encuentra el Castillo de Chapultepec, el único castillo real en toda América que actualmente se puede visitar como museo. Su estructura ha tenido varias reconstrucciones y adaptaciones, como residencia imperial de Maximiliano y Carlota, y como casa de gobierno presidencial. Sus salones recrean las ambientaciones de la época, que remiten a la vida cotidiana de quienes vivían en aquel entonces. 

De los doce recintos culturales que se encuentran en el bosque, visitamos el Museo Nacional de Antropología, el más grande de México, que cuenta con 600 mil piezas arqueológicas y etnológicas. La pieza que más llama la atención es la “Piedra del Sol”, que mide 3,6 metros de diámetro, y resume las ideas que esta cultura tenía sobre el espacio y el tiempo. Otra reliquia que expresa la deidad del Sol es la escultura con rostro de muerte, que representa el culto a la muerte, algo muy común en la cultura tolteca.

En nuestro segundo recorrido, aprovechamos a pasear por la Plaza de la Constitución, un sitio emblemático al que también llaman “El Zócalo”, y que es considerado el corazón político y cultural del país desde tiempos de la cultura prehispánica. Antes de la llegada de los conquistadores españoles, esta plaza fue el centro de Tenochtitlán. En una de las esquinas se encuentran las ruinas del Templo Mayor, que revela la antigua civilización mexicana. El Paseo de la Reforma, que es la avenida más importante y emblemática de la ciudad, fue construido bajo el mandato de Maximiliano y Carlota, y une El Zócalo con el castillo de Chapultepec. 

Al salir del museo, degustamos las típicas quesadillas mexicanas, acompañadas de un vaso de refresco llamado tamarindo.

Dos mil años atrás, “Jesús dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6). Jesús no solo es el Camino y la Verdad: es la VIDA.

A diferencia de las culturas precolombinas, que tenían como deidad el Sol y profesaban el culto a la muerte, “Dios es amor, y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él” (1 Juan 4:16). 

Cuando contemplamos el carácter de Dios y comprendemos los propósitos de Dios para sus criaturas, decimos, junto con el salmista: “Te exaltaré mi Dios, oh Rey, y bendeciré tu nombre eternamente y para siempre” (Sal. 145:1). 

Este artículo es una adaptación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del segundo trimestre de 2022.

Escrito por Analía Giannini, docente de Ciencias Naturales, nutricionista, escritora y viajera incansable.