Mis padres se separaron… ¿y ahora?

Mis padres se separaron… ¿y ahora?

Mis padres se separaron… ¿y ahora?

Qué hacer cuando ves que todo te sale mal.

“Necesito ayuda: mis notas no van bien, no puedo enfocarme en el estudio, mis problemas familiares están afectando mi rendimiento en la escuela”. Con esta preocupación se acercó Andrés* a consultar con la orientadora escolar. “No puedo mejorar en la escuela, mis padres están separados y por eso no voy bien en los estudios”, remarcó. Una vez que la orientadora escolar se sentó a escucharlo, Andrés tuvo la oportunidad de contar por qué la separación de sus padres afectaba sus estudios. Para ello, argumentó que su padre ya no vivía con ellos desde la separación, que por cierto había sucedido hacía más de dos años. Y Andrés sostenía que la relación con su papá le impedía rendir académicamente.

Estas fueron algunas de sus palabras: “Las cosas no van bien en la relación con mi papá; ya no tengo a mi papá en casa, y esa es la razón de los problemas en mis estudios”.

Figuras que siempre están

Durante la adolescencia y la juventud, los padres siguen siendo figuras centrales en la vida de los hijos. Y esto es real, aunque no siempre es admitido por los hijos adolescentes y jóvenes, que pretenden señalar que el protagonismo de los padres es solo un asunto de la niñez.

Esta negación del protagonismo de los padres, en ocasiones, trae más dificultades en el manejo de las consecuencias que pueda presentar la separación. Lo cierto es que la ruptura en la relación con uno de sus padres durante la adolescencia implica una pérdida y se intensifica aún más debido a los procesos de cambios que se dan durante esta etapa.

Sin embargo, no todos ven lo que les pasa de la misma manera. Por eso, ya desde la forma de ver la realidad empieza muchas veces a complicarse la situación. Pero… ¿por qué es tan importante prestar atención a la forma en que ves lo que sucede en cuanto a la separación?  Porque ver lo que te está pasando con claridad es la única forma de comenzar a encontrar soluciones, ya que de otra manera puedes estar luchando con “fantasmas imaginarios” y gastar tus energías en esa lucha.

La percepción: Un factor clave

En ocasiones trae más pesar la percepción de la realidad que la realidad misma. Sí, la forma en que miramos un problema puede ser más difícil de afrontar que los mismos problemas. Si quieren una muestra de eso, escuchen lo que le siguió contando Andrés a la orientadora de su escuela.

Cuando esta le pidió que contara cómo había cambiado la relación con su padre desde la separación, Andrés empezó a contar que su padre siempre estaba cuando él lo necesitaba. Siguió diciendo que desde que no vivía con ellos podía reunirse con su papá y conversar de manera tranquila y franca. Expresó que recibía mejor atención, escucha y consejo de su papá. Aseguró que ahora estaba “más disponible” que cuando compartían la rutina diaria. Que cubría sus necesidades y no le hacía faltar nada de lo que necesitaba, aunque no lo malcriaba cumpliendo todos sus caprichos.

Mientras estaba contando esto, el mismo Andrés terminó reconociendo: “Tengo todos los beneficios de contar con el apoyo de mi papá cuando lo necesito, pero sin los roces de la rutina diaria… estoy mejor que muchos que discuten todo el día con su papá”.

Pensando en el comentario que hizo Andrés, podemos creer que no tenía ningún problema; es decir, que estaba inventando sus problemas. En realidad, la forma en que Andrés percibía su situación le estaba causando dificultades reales. Por eso, fue necesario que se enfocara en mejorar su percepción, para poder solucionar las dificultades que se le presentaran.

Tiempo de pedir ayuda

Entonces, lo primero que hay que intentar hacer es pedir ayuda, para percibir la realidad tal como se presenta. Recién entonces se podrá trabajar para modificar lo que nos afecta de verdad. Parece sencillo, pero no lo es. Nuestros sentidos nos engañan todo el tiempo en la percepción de cosas que podemos ver o hasta tocar en forma objetiva.

Aunque no lo creas, aun la información aparentemente más objetiva puede recibirse con “interferencia”. Haz la prueba para ver cómo puedes ser engañado al percibir una realidad objetiva.

Si el sentido del tacto puede ser “engañado” para percibir lo que no hay, cuanto más puede distorsionarse la percepción de una realidad tan subjetiva.

Por lo tanto, el primer consejo es: sé cuidadoso con la forma en que ves la realidad. Y, para eso, en ocasiones es necesario pedir ayuda a alguien que pueda ver las cosas en forma más objetiva. Y mejor aún, pedir ayuda profesional para poder valorar la realidad tal como se presenta. Porque, así como le pasaba a Andrés, podemos pensar que todo está mal cuando en realidad el problema de este adolescente no era la relación con su papá. Pero, cuidado con pensar que Andrés no tenía ningún problema. No nos equivoquemos. Porque, aunque la relación de Andrés con su papá era buena, la angustia de él por la separación era real. Y, aunque no se le presentaban problemas de relación con su papá que le impidieran estudiar, la angustia que sentía sí le impedía enfocarse en sus estudios.

  1. Toma una bolita pequeña (si no tienes una a mano, puedes hacerla con un trozo pequeño de papel, amasándolo hasta formar una).
  2. Coloca la bolita en la palma de la mano.
  3. Con la otra mano, cruza los dedos índice y mayor.
  4. Con los dedos cruzados, haz deslizar la bolita entre los dos dedos sobre la palma de la mano lentamente. Concéntrate en sentir cuántas bolitas estás tocando… Sentirás que tocas dos bolitas, aunque puedas ver que solo hay una en tus manos.

Si el sentido del tacto puede ser “engañado” para percibir lo que no hay, cuanto más puede distorsionarse la percepción de una realidad tan subjetiva.

1. Sé cuidadoso con la forma en que ves la realidad

2. Diferencia las cosas que debes aceptar, y las cosas que puedes cambiar

3. Buscar solucionar tu tristeza

Errores comunes

Para que elijas qué cambios hacer, te propongo ver cuáles son los errores más comunes a fin de resaltar cómo debería trabajarse cada situación para mantener la relación saludable.

Esconder lo que sientes. Son muchas las razones por las que solemos guardar nuestros sentimientos. Pero recuerda que expresar tus sentimientos es la mejor forma de sobrellevarlos.

Sentirte culpable de la separación. Muchas veces sucede que has visto cómo alguna cuestión relacionada contigo es causa de discusión. Entonces, te parece que si no los hubieras confrontado a tomar una decisión, no discutirían. Por eso te convences de que eres el causante de las discusiones y hasta de la ruptura. Pero no es así. Recuerda, puedes estar viendo la realidad distorsionada. Si no puedes convencerte de que no eres el culpable, pide ayuda.

Quedar en el medio del conflicto entre los padres. Este es un error común, claro que en ocasiones no es sencillo decidir con quién vivirás, o que días o actividades compartirás con cada uno de tus padres. Pero, si bien es cierto que es saludable que los adolescentes o los jóvenes formen parte de estas decisiones familiares, no deben ser parte de los conflictos que estas decisiones pueden generar entre los padres.

Chantajear a tus padres, o a uno de ellos. Este es otro error que suele darse y es algo que tú mismo puedes cambiar. Esto sucede aún más cuando sueles quedar en medio de los conflictos entre ellos. ¿Cómo se lleva a cabo el chantaje? Por ejemplo: Pidiendo a uno de los padres que te dé ciertos beneficios a cambio de inclinar la balanza en medio de una disputa o pelea. Claro que también hay hijos que usan el chantaje aun cuando no hay desacuerdos entre los padres. En ocasiones, señalando a uno de sus padres que disfruta más de la relación con el otro porque es más compresivo a la hora de dar permisos, o es más generoso cuando te tiene que comprar lo que necesitas.

Si, en medio de la separación de tus padres, descubres que estás cometiendo alguno de estos errores, vas por un buen camino. Reconocer el problema es el primer paso para encontrar la solución. Y recuerda siempre que, en ocasiones, necesitarás pedir ayuda para encontrar la forma de solucionarlos.

Una red segura

Y, si no entiendes cómo las personas que te rodean pueden ayudarte a vivir tu vida, piensa en este ejemplo. Considera cómo una red de seguridad ayuda a un equilibrista. Una red que esté para atajarlo si tropieza no impide que nos maravillemos por la forma en que puede caminar por una cuerda sin tropezar, o dar saltos y hacer proezas y seguir caminando sin perder el equilibrio. La red no hace que su paso sea más firme. Pero está allí por si algo no sale como él lo planeó. Siempre podrás caminar más tranquilo si ves que tienes una red que pueda sostenerte si algo no sale bien.

¿Quiénes pueden formar esa red? En primer lugar, tu familia extendida. Tus abuelos, tíos, o quizás otros familiares a quienes puedas recurrir. Cultiva buenas relaciones con ellos, y te será de mucha ayuda. No van a caminar por ti, pero sentir que estarán allí actuará como la red; te van a ayudar a dar tus propios pasos, pero más tranquilo.

Por último, recuerda siempre que, aunque te encierres, te escondas y no quieras que nadie sepa por lo que estás pasando al atravesar por la separación de tus padres, Dios está al tanto de todo lo que te sucede. Aunque tú mismo no puedas describir cómo te sientes, o no puedas ver claro qué es lo que te causa dolor, Dios ya lo sabe. ¡Sabe cuándo un cabello cae de tu cabeza! Y no solo sabe que cayó, sino también lleva la cuenta de cuántos cabellos quedan.

Entonces, puedes estar tranquilo de que Dios entiende por lo que pasas. Aun así, te será de gran ayuda abrir tu corazón y contarle a Dios cómo te sientes. Ya sé, estás pensando que, si Dios sabe todo, no necesita que le cuentes nada. Es verdad, Dios no lo necesita… pero tú sí. Para poder confiar en que Dios te va a ayudar, necesitas contarle lo que te sucede. Pero, como en toda buena comunicación, debe haber un intercambio. Así que, tendrás que escuchar a Dios para que él te diga cómo planea ayudarte.

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del segundo trimestre de 2019. Escrito por Adriana Costanzo, Psicopedagoga (Matricula 1080). Buenos Aires, Argentina.

Testificar a Jesús

Testificar a Jesús

Testificar a Jesús

Hola, mi nombre es Libni Marín, nací en Perú y tengo 24 años. Lo que más me gusta hacer es conocer nuevos amigos y presentarles a Jesús como el mejor amigo de todos. 

Durante casi un año fui misionera en Bolivia, como parte del programa OYIM (Un año en misión, por sus siglas en inglés) y era la primera vez que salía de casa. ¡Te imaginarás los nervios y las expectativas que tenía!

Aquí te dejo algunos tips para testificar:

  • Relaciónate con la gente: Busca un punto en común para conversar o habla sobre las diferencias culturales si estás en otro país. Enseñar y aprender algo nuevo fue gratificante tanto para ellos como para mí.
  • Muestra simpatía: Una vez que había logrado relacionarme y mezclarme con la gente, tenía que mostrar simpatía como Cristo lo hacía cuando conocía nuevas personas, mostrándoles siempre atención e interés genuino en sus asuntos personales.

  • Gánate la confianza: Este es un gran desafío. Cuando esto se logra, puedes compartir salidas y orar con ellos.

  • Satisface sus necesidades: Con mucha oración, el Espíritu Santo te capacita para que seas de gran ayuda para aquella persona que está atravesando una necesidad.

  • Preséntales a Jesús: En esta última etapa es cuando Jesús les decía a las personas “Sígueme”. Como embajadora de Cristo, para mí es la etapa más bonita porque se presenta el evangelio de una forma abierta.

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del segundo trimestre de 2019. Escrito por Libni Marin.

Esperanza

Esperanza

Esperanza

Vivimos esperando cosas. Siempre. Y, a veces, no nos gusta esperar. Pero sí nos gusta tener esperanza. Si has conocido a alguien que no tiene esperanza, seguramente no era muy feliz. La esperanza nos mantiene expectantes, vivos, alertas y optimistas.

Sin embargo, en el Biblia, la esperanza tiene un condimento más. Algo que la hace única.

En el Antiguo Testamento, hay dos palabras hebreas claves que podríamos traducir como “esperanza”:

YAKHAL: Es la esperanza que da resistencia. “Aunque él me matare, en él esperaré” (Job 13:15). También se usa esta palabra en Génesis 6 al 9 cuando se dice que Noé y su familia tuvieron que esperar para que las aguas del Diluvio retrocedieran.

QAVAH: Es la esperanza que da nuevo vigor. “Los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas” (Isaías 40:31).

Es interesante saber que esta última palabra proviene de una raíz que significa “cordón”. Este verbo tiene que ver con la tensión de anticipación de esperar algo, como cuando un cordón se estira con fuerza y ​​se tensa hasta que se rompe, y la tensión se libera.

Yakhal y qavah aparecen más de cuarenta veces en el libro de los Salmos.

“Y ahora, Señor, ¿qué esperaré? Mi esperanza está en ti” (Salmo 39:7).

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del segundo trimestre de 2019. Escrito por Pablo Ale, pastor, periodista y director de Conexión 2.0.

…dejar la masturbación

…dejar la masturbación

…dejar la masturbación

Desde Costa Rica, nos llega este valiente testimonio de lucha y superación personal.

Siempre fui adventista. A mí todo me iba bien. Tenía buenas notas en la escuela y trabajaba mucho en la iglesia. Iba al Club de Conquistadores y tenía muchos cargos.

Pero, sin querer, empecé a tener una doble vida. Mejor dicho, una vida secreta, oculta. A mis 12 años, empecé a mirar mucha pornografía y a masturbarme. Para los 16 años, estaba completamente sumido en la adicción. Todo esto se agravó porque mi padre, que era cristiano, se puso muy violento y comenzó a beber. Al tiempo dejó la iglesia. Sentí mucho dolor y hasta dejé de orar por él. Así, seguí mi camino descendente.

Mi razonamiento era: “Esto es algo del ámbito privado, no le hago mal a nadie”. Mi vida tenía dos partes. La que todos conocían (el joven activo y trabajador en la iglesia) y la que nadie conocía (el joven que consumía pornografía y se masturbaba).

Crecí y tuve más cargos en la iglesia. Llegué a ser diácono y anciano. Al principio, a los 12 o 13 años, pensaba que masturbarse era algo normal que los hombres teníamos que hacer para afirmar nuestra sexualidad. Luego me di cuenta de que estaba mal.

Pero no podía dejarlo. Traté y traté. Todo en vano.

¿Tu crees que Dios tiene el poder para cambiar nuestra vida? Su mayor anhelo es hacer contigo un milagro. ¡Yo pude vencer gracias a él!

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del segundo trimestre de 2019. Escrito por Harrison Umaña, misionero voluntario.

Moscú

Moscú

Moscú

Recuerdo que, en los años siguientes a la caída del Muro de Berlín, todos querían participar de una u otra manera en la obra de dar a conocer el evangelio a un pueblo que no había tenido acceso a la Palabra de Dios.

En mayo de 2011 se presentó la oportunidad de ir a Rusia junto con mis padres. Para una estadía de tres días, contratamos una habitación en un hostel ubicado en el segundo piso de un antiguo edificio. Gustavo y Dámaris, un matrimonio argentino que había aceptado el llamado para servir como misioneros, nos llevaron el sábado al único templo construido por el Estado durante el anterior régimen, el cual era compartido con la Iglesia Bautista.

Ese mediodía almorzamos con ellos en un parque, al mejor estilo campestre sobre un césped ralo pero alto, ya que no se lo cortaba, para diferenciarse de Occidente.

En los dos días restantes, pudimos ver la réplica del Palacio de madera del Zar Mikhaslovich y el Palacio Ekaterina, de estilo rococó, con sus bellos jardines. En el centro histórico, conocimos el antiguo emblema de Rusia, la pequeña ciudadela del Kremlim, con su vistosa muralla de ladrillos rojizos, la cual circunda y da protección a la casa de Gobierno, una iglesia ortodoxa del tiempo de los zares y un pequeño parque.

Hoy, ante los grandes desafíos que implican las diferentes creencias y costumbres, y a casi treinta años de la apertura religiosa, la Iglesia Adventista cuenta, por la gracia de Dios, con 111.531 miembros distribuidos en 1.809 iglesias.

Este artículo es una condensación de la versión impresa, publicada en la edición de Conexión 2.0 del segundo trimestre de 2019. Escrito por Analía Giannini, docente de Ciencias Naturales, nutricionista, escritora y viajera incansable.